
La película presenta una historia compleja sobre el papel, con agujeros de gusano, física cuántica y toda la pesca, pero es sólo la excusa para poner en marcha un enredo humorístico-sentimental que atraiga a adolescentes y padres a los que todavía les suenen las cosas de los ochenta. Así que el guión despacha todos esos detalles científicos con rapidez y sin preocuparse demasiado por la coherencia (al parecer, en 2022, un físico teórico todavía utiliza pizarras de tiza para escribir fórmulas en lugar de un ordenador), para centrarse en las situaciones divertidas que puede propiciar (cambios de localización, gags verbales a costa de acontecimientos aún por suceder, reivindicación de pasados militantes...).
El resultado es un filme amable, sin altibajos, con un guión que parece renunciar a explorar todas las consecuencias de su planteamiento inicial y una historia a la que le cuesta encontrar el ritmo, incluso una vez desplegado el enredo principal, el que se supone que proporcionará los mejores momentos. En definitiva, película de debut, hito profesional para su directora y coguionista; sin embargo, para las audiencias, pocas sorpresas y menos sobresaltos...