En los créditos finales de Dobles vidas suena “Here come the Martian Martians” de Jonathan Richman, un tema tan absurdo como representativo de su estilo, que viene a refrendar que acabamos de ver una sátira acerca de los efectos de la digitalización en la cultura y, por extensión, en la sociedad de hoy. Un puñado de reflexiones sesudas, con el mundillo literario como excusa argumental, que pueden ser traspuestas a otros ámbitos, como el del cine, aunque introducidas a través una trama vodevilesca, propia de la comedia de puertas, donde al estilo de Sé infiel y no mires con quien, cada personaje tiene un lío con alguien que no es precisamente su pareja.
La unión de lo intelectual con el humor basado en los enredos sentimentales nos conduce inexorablemente a Woody Allen, aunque tras las cámaras y el texto se encuentre el cineasta francés Olivier Assayas. Un interesante híbrido al que su origen galo confiere un grado de peculiaridad tanto al contenido temático como al sentido de lo cómico que habrá de ser evaluado por la querencia de la platea a la manera de expresar estos asuntos que tienen en el país vecino.
El relato nace con la propuesta de un escritor a su editor para que le publique su última novela. Una obra de ficción, aunque semiautobiográfica, en la que habla, sin tapujos y de forma sórdida, de sus escarceos sexuales y en la que se puede reconocer, torpemente escondidas tras nombres figurados, a las protagonistas de sus relaciones. De esta situación van surgiendo otras en las que se establecen, además de los intereses románticos del literato, su novia, el librero, su mujer y su ayudante, diferentes debates en torno a la creciente influencia de lo digital en el sector editorial.
Las nuevas generaciones ya no leen libros, ojean blogs. Las ventas ya no se producen por la ascendencia y las palabras de esta o aquella crítica literaria sino por las filias y fobias que los influencers expresan en las redes sociales. Un pensamiento perfectamente trasladable al entorno del séptimo arte, a los que escribimos sobre películas desde distintas atalayas e incluso al modo de ver esos filmes; la disyuntiva entre la magia de la experiencia colectiva en una sala oscura frente al acto de hacerlo a través de una pantalla en el salón de casa.
Olivier Assayas, que articula todo el largometraje a través de una concatenación de largas secuencias en las que dos personajes no paran de hablar, separadas unas de otras por fundidos a negro, alimenta esa doble lectura de ramificaciones cinematográficas a través de Selena, el rol de Juliette Binoche, actriz de profesión, con la que realiza una divertida alusión metalingüística a su yo real, y de ingeniosas e hilarantes referencias que relacionan a Michael Haneke con la saga de Star Wars del modo más surrealista que pudiésemos imaginar. Teniendo en cuenta que puede no ser plato de gusto para todos los paladares, los amantes de la comedia intelectual a la francesa disfrutarán.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos
Copyright imágenes © CG Cinéma, Votrex Sutra. Cortesía de BTeam Pictures. Reservados todos los derechos.
Dobles vidas
Dirección y guion: Olivier Assayas
Intérpretes: Guillame Canet, Juliette Binoche, Vincent Macaigne
Fotografía: Yorick Le Saux
Montaje: Simon Jacquet
Duración: 108 min.
Francia, 2018
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