Casi sin darnos cuenta el consumo energético está presente en nuestro día a día cotidiano desde las primeras horas de la mañana con el sonido del despertador, como en la necesidad de transporte o en el uso de climatizadores en nuestros lugares de trabajo. Los combustibles fósiles han sido ampliamente explotados durante muchos años y han cubierto en gran medida nuestras necesidades energéticas. Estos combustibles fósiles, sin embargo, presentan una serie de inconvenientes, principalmente su agotamiento. Por esta razón es importante desarrollar fuentes alternativas de energía para garantizar el abastecimiento a generaciones futuras. Para clasificar la energía alternativa la dividiré en dos grandes grupos, las cuales cubren distintas necesidades. El primer grupo abarca las fuentes que producen energía eléctrica, como la energía solar, eólica o hidroeléctrica. El segundo grupo incluye los biocombustibles o la energía obtenida a partir de plantas que se obtiene en estado líquido. En esta nota me centraré principalmente en este segundo grupo de energía renovable. La energía alternativa es todo un reto para la ciencia. Es cierto que hoy en día disponemos de eficaces sistemas de explotación de los combustibles fósiles, mientras que la obtención de energía a partir de los organismos vegetales está algo más limitada. Sin embargo los biocombustibles tienen grandes ventajas frente a los combustibles fósiles. La principal ventaja, como ya he mencionado, es que se trata de una energía renovable y por lo tanto inagotable. Además el uso de biocombustibles conlleva la reducción neta de emisiones de CO2 (dióxido de carbono) a la atmósfera. Inicialmente se recurrió al uso de especies utilizadas para el consumo alimenticio para la obtención de biocombustibles de primera generación. Entre las especies mayormente utilizadas para la obtención de bioetanol a partir de la fermentación de azúcares destacan el maíz en EEUU y la caña de azúcar en Brasil. Otros cultivos como la colza y la soja se han utilizado para obtener biodiesel. Como una alternativa les presento a Euphorbia lathyris. Además de ser un cultivo no alimenticio tiene la ventaja de adaptarse muy bien a distintos ambientes y ser tolerante a la sequía. Además a partir de esta planta se puede obtener tres productos distintos. El biodiesel obtenido del aceite de las semillas, la gasolina a partir de los hidrocarburos del látex producido por las células laticíferas, y el bioetanol por fermentación de azúcares simples. Una vez extraídos estos azúcares simples se pueden usar estos restos lignocelulósicos para obtener más azúcares simples mediante enzimas y nuevamente volver a procesos fermentativos para la obtención de más bioetanol. Si bien E. lathyris no ha sido tradicionalmente estudiada en el campo de la biología, el amplio E. lathyris viene abriéndose puertas entre los biocombustibles del futuro. Ni dejaremos de comer ni dejaremos de conducir.
En este punto surge la pregunta del millón: ¿está bien utilizar cultivos alimenticios para la producción de biocombustibles? Si piensan que no es lo más ético, tengo una noticia para darles. Los biocombustibles de segunda generación son lo que se obtienen a partir de cultivos no alimenticios, o de residuos forestales y agrícolas, es decir, material vegetal no utilizable para el consumo alimenticio humano. La celulosa obtenida de la biomasa vegetal es degradada por enzimas hasta obtener azúcares que luego son fermentados para producir el bioetanol. Sin embargo estos cultivos tienen procesos que resultan muy caros debido al precio de las enzimas utilizadas para degradar la celulosa.
aprovechamiento energético de esta especie ha sido el motor que ha impulsado proyectos
dedicados al estudio de esta especie, incluso a nivel molecular. A pesar de que hoy en día no se disponga de biocombustibles comerciales obtenidos a partir de E. lathyris, los resultados obtenidos así como las características anteriormente mencionadas, hacen de E. lathyris una especie de gran importancia en el campo bioenergético en los años venideros.
Daniela Engelbert
Máster IBMCPCompartir