Revista Ciencia

Sobre la historia de la agricultura

Publicado el 14 noviembre 2013 por Jmmulet

Todo lo que somos se lo debemos a la agricultura. Parece exagerado, pero gracias a que los supermercados están llenos no tenemos que deambular por la sabana huyendo de los leones y cazando con lanzas. Eso nos otorga el lujo de destinar nuestro valioso tiempo a actividades diferentes a la de buscar alimento. Solo así hemos podido desarrollar, entre otras cosas, la ciencia, el arte y la tecnología. Nada de eso existiría si la agricultura y la ganadería no nos proveyeran de alimentos seguros a un costo asumible.
¿Cómo fue al principio? ¿Cómo surgió todo? Las sociedades paleolíticas eran nómadas que se dedicaban a la caza o a la recolección de especies silvestres y tenían que vérselas frecuentemente con la escasez de suministros. Sería exagerado pensar que los hombres paleolíticos eran una especie de yonkis desesperados que invertían todo su tiempo y esfuerzo en buscar la siguiente dosis de comida. Es cierto que tenían tiempo para el ocio, el arte o la religión, pero unos simples números nos demuestran que no era una vida regalada. En esta época un individuo necesitaba 20 Km2 de zonas herbáceas para procurarse su sustento. En climas húmedos y cálidos esta superficie baja hasta los 10 Km2 y en condiciones excepcionalmente buenas como un río con pesca abundante solo 1,5 Km2. Esta gran necesidad de espacio implica que las tribus primitivas podían tener como máximo 6-12 familias que abarcaban unos 80-100 Km2. Todavía llevamos en nuestros genes el legado de nuestro pasado nómada. Uno de los primeros síntomas de una nutrición pobre en una mujer es una amenorrea  (interrupción del ciclo menstrual) que puede tardar unos meses en reaparecer a pesar que se recupere la alimentación correcta y el peso. Esta es una estrategia fisiológica de supervivencia en una situación de alimentación insuficiente, ya que llevar adelante un embarazo implicaría un grave riesgo para la madre y el hijo. Esta particularidad es una reminiscencia darwinista de cuando era frecuente que una época de alimento abundante fuera seguida de una época de hambre. Otra reliquia es el gen PPAR-γ, responsable de que toda la energía sobrante sea almacenada en forma de triglicéridos como reserva para tiempos peores y que en nuestra sobrealimentada sociedad occidental solo sirve para criar michelines; lo que en la prehistoria fue útil para la supervivencia, hoy aumenta el riesgo de sufrir un infarto....

Y así empieza mi artículo para la revista Naukas ¿te lo vas a perder?

Sobre la historia de la agricultura.

Y por si fuera poco aquí va el resto de artículos:
Cuando la Medicina se toca con la ciencia ficción — Julián Palacios. Siete escenarios apocalípticos improbables, pero… ¿imposibles? — Sergio L. Palacios. Matemáticas contra los desastres naturales — Natalia Ruiz Zelmanovitch. Cómo el hombre aprendió a pintar la Tierra — Miguel García Álvarez. Reprogramación celular: devolviendo la pluripotencia a las células adultas — Manuel Collado. Las trampas y sorpresas de la memoria — Esther Samper. Nanotecnología alimentaria: cuando lo pequeño es mucho más — José Manuel López Nicolás. Aquoporinas: de los canales de agua a la cura frente a la Malaria — Lucas Sánchez.  Más rápido que la luz: cuando Einstein te multa por exceso de velocidad — Mario Herrero-Valea. Y aprovecho para recordar que hoy Jueves 14-11 a las 20:00 en el Pub Ben's Inn (Plaza de Honduras, Valencia) Fernando Frías, autor de los blogs la lista de la vergüenza y el fondo del asunto nos hablará de la homeopatía.


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