De niños, mis hermanos pequeños y yo, hacíamos concursos para ver a quién le cabían más galletas maría en la boca, pero a condición de que se pudieran cerrar las fauces y masticar, no valía la fotofija de muestra con tropetecientas de ellas en la boca; si no te las podías comer de esa tacada no valía el récord.
Se trataba de las María Fontaneda. Era una prueba complicada, incluso arriesgada, porque con frecuencia, al respirar, algunas mijitas se subían a la nariz y nos daban un disgusto. De lo que podemos deducir que en casa éramos unos brutos y unos hambrientos, capaces de cualquier majadería con la comida.
Se imponían modas galleteriles, por temporada eran las de Fontaneda, luego dio una racha por las Campurrianas y, sobre todas ellas, triunfaban las "Mayuca" de Reglero. A mí me encantaba ponerlas blanditas en la leche y peligrar el bocado a punto de caerse en el vaso. Mi hermano Jesús, que fue siempre el campeón absoluto en esta asombrosa competición (boca de tiburón, tenía por malnombre), untaba las María con foie gras, y mojaba las patatas fritas en la leche, se preparaba tostadas con aceite dietético y encima ponía dos dedos de nata, de esa nata que tenía la buena leche de vaca cuando se hervía, consistente y amarilla.
Las mejores galletas las hacía mi madre con la máquina de picar carne. Algunas veces cuando veo esas picadoras, que se han puesto de moda otra vez, me acuerdo y me entran ganas de comprarla.
Pero me voy a conformar con estas galletas María, tan ricas, verdaderamente estupendas.
Por cierto, que la impresión para decorar debe hacerse inmediatamente que se sacan del horno, antes de que se pongan duras. Yo no tengo moldes de impresión, pero creo que me voy a hacer uno que tenga un gato, porque es a mi Nico al que más le gustan estas galletas.
Videoblog de recetas
Posted in otros postres