"Este artículo apesta" (This Story Stinks, titula el NY Times) puede ser un denominador común de los comentarios inciviles que reciben no pocos artículos de las versiones digitales de diarios o revistas o de las publicaciones nativas digitales en el red.
Lo preocupante -según el artículo- es sobre todo el tono, más que el contenido de los comentarios. Es el tono lo que puede producir efectos perversos en la comunicación, contaminando -añado por mi cuenta- el tono de los mismos textos periodísticos o de otro tipo. Porque el fenómeno no afecta sólo al modo de enteder los textos según los comentarios que reciban: afecta al modo de entender la misma realidad de que en cada caso se trate, según el tono con que se escribe -en los textos, no sólo en los comentarios- acerca de ella.
Algo así se aprecia con el experimento publicado en The Journal of Computer-Mediated Communication, Crude Comments and Concern: Online Incivility's Effect on Risk Perceptions of Emerging Technologies.
El "nasty effect" (nasty puede significar desde "antipático" a "repugnante" o "asqueroso, indecente") de esos comentarios puede cambiar el modo en que pensamos acerca del concreto asunto tratado en el artículo en cuestión. O, como dice Gawker, puede cambiar -sin más- el modo en que pensamos (How Nasty Comments Can Change the Way We Think).
Se entiende así que haya no pocos sitios, columnas, blogs y autores que no sólo han tomado medidas moderadoras y "equilibradoras" de los comentarios, sino que algunos -como Paul Krugman hizo en el NY Times con su artículo sobre el décimo aniversario del 9/11- simplemente han cerrado en ocasiones los comentarios a lo que escriben.
Por supuesto que hay asuntos muy complejos, que a veces reciben tratamientos (en textos y desde luego en comentarios) simplificadoramente injustos. De esto habla, por ejemplo, Tauriq Moosa en Responding to Drone Killings, Incest, Rape, Sex Work & Other Difficult Topics.
Y es que no todo vale. No es la misma libertad cívica la que está en juego y ampara -poniendo las cosas extremas, para entendernos- la construcción de las vidrieras de una catedral y su destrucción a pedradas.
Y este fenómeno incívico que ahora queda patente respecto de los comentarios "dentro de los medios", por así decirlo, también resulta patente en el mismo desempeño de los medios haciendo comentarios inciviles "dentro de la realidad".
La red ha traído consigo muchas cosas magníficas, pero también ha traído un tono comunicativo que en ocasiones bordea -y no siempre por fuera- territorios de graves faltas de civismo (y de conocimiento de causa, también).
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