Revista Maternidad

Comenzando a re-construirme

Por Latetaymas @LaTetayMas

doula2Este pasado fin de semana tuvo lugar, en Buenos Aires, un curso para doulas. Se trataba de una serie de charlas que impartían el obstetra Michel Odent, y su doula Liliana Lammers.

La editorial Obstare y Mujer Íntegra co-organizaron el evento para que se pudiera abrir a todas aquellas personas que quisieran participar, aun no viviendo en Argentina. Así que, ahí fui yo.

Antes de empezar a hablar de este maravilloso encuentro, he de decir algo: nunca, jamás, he aprendido tanto en tan poco tiempo; del oficio que adoro y de mí misma.

En primer lugar, he aprendido que ya soy doula. Y lo soy desde hace tiempo, desde que tengo la inquietud de acompañar, desde que siento la necesidad de hacerlo, desde que me pongo de buen humor, me ocurra lo que me ocurra, cuando veo los ojos de una mujer mirando con amor los de su bebé. Desde que no concibo la vida sin oleadas de oxitocina compartida en momentos de amor maternal. Desde que siento que me duelen sus heridas.

No me había dado cuenta. O mejor dicho: no me había dado permiso a mí misma para serlo, para definirme como tal y presentarme así públicamente, sin pudores ni deudas.

Las charlas de Liliana Lammers me han hecho ver que no hay nada más que sea necesario: sólo la necesidad urgente e imperiosa de actuar como una doula.

Creo que la parte fundamental del curso, la realmente importante, no es la que trata de ofrecer conocimientos sobre fisiología o sobre primeros auxilios. Lo fundamental es entender lo que significa ser doula, para descubrir si lo eres.

La doula, la comadre, la mujer que está para otra mujer, es el inicio de un nuevo paradigma en el que el protagonista del parto es el propio proceso como forma del cambio.

Es la madre amorosa que acompaña sin juzgar, sostiene sin observar y devuelve la calma a la tormenta.

Es el aguerrido guardaespaldas que protege a la mujer de parto, a la mujer que cría en su comienzo como madre. Que la protege del proteccionismo, de su propio acervo cultural, de las injerencias externas, de todo aquello que la intenta debilitar, menoscabando su confianza.

Por supuesto, saber cómo actuar en un determinado momento, conocer la música del parto, percibir cómo ésta cambia y nos dice que el momento se acerca o que la cosa se tuerce… Todas esas cosas son valiosas y hay que estudiarlas, aunque por mucho que estudiemos la única manera de sentirlas de verdad, y de incorporarlas a nuestro instinto, es la experiencia. Y ésta no se adquiere si no nos liberamos de las dudas y empezamos el trabajo.

Después de 3 intensísimos días en los que escuché, escribí y compartí, justo en las últimas declaraciones de Michel Odent (grande), escribiendo casi compulsivamente sus palabras sobre la revolución del cambio, la revolución del nacimiento en el que tan presente están (estamos) las doulas, rompí a llorar. Como una niña. Y escribí en el chat: “Me derrumbé. Pero sólo para volver a construirme”.

Y hoy empiezo a hacerlo. Desde mis mismos cimientos. Y lo hago, no describiendo el evento en el que participé, no transcribiendo páginas de apuntes y curiosidades, sino desgranando qué han supuesto para mí esos días.

Es extraño cómo un curso, en el que ni tan siquiera me encuentro físicamente, sino sólo a través de esta maravilla que es internet, me ha cambiado la vida para siempre.

No. No es cierto. Para empezar a construirme tengo que poner bien las palabras a mis sentimientos: este curso no me ha cambiado; este curso me ha puesto de manifiesto de manera contundente y desgarradora que yo he cambiado y que no hay vuelta atrás. Que ya no voy a ser nunca más periodista, porque ya hace tiempo que dejé de serlo. Me desnudo de lo que me atrapa, de aquello que me retiene y que hace que continúe mi pudor por ponerme un nombre. Desaprendo todo aquello que mi consciente aprendió para dejar hueco a lo que la vida me enseña.

Ya soy doula.

Ahora, a trabajar.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista