Revista Cocina

¿Comer carne es mejor que comer pescado?

Por Robertosancheze

Visto lo visto en el documental que tanto está resonando estos días en la redes sociales, Pescado. ¿No tan sano?, uno podría pensar impulsivamente que sí. Después de ver unas imágenes tan espeluznantes, tanto en lo que se refiere a la cría en piscifactoría de la mayoría del pescado que se consume como a su proceso industrial posterior, a uno se le cierra el estómago de tal manera que jamás en la vida volvería a probar ni un solo bocado de salmón, trucha, dorada, panga…

Pero, gracias a la evolución, ese mono instintivo y miedoso que suele dominar nuestra mente, el que nunca máis comería pescado, de vez en cuando, solo de vez en cuando, tiene la capacidad de calmarse y pensar.

Más de uno, después de ver el documental, me ha soltado “Robert, ¿y ahora qué? ¿Has visto? ¡El salmón es cinco veces más tóxico que la hamburguesa!”. Como si una gráfica fuera suficiente razón para atiborrarse a hamburguesas todos los días.

Lo que se ve en el documental da miedo, mucho miedo. Pero no es algo tan distinto a lo que se ve en Food Inc, sobre todo en lo que se refiere a la ganadería fabricación de carne.

Así que mi respuesta vuelve a ser redundantemente la misma:

1. Calma, serenidad, respiración… Es muy fácil dejarse llevar por el alarmismo. Soy de los que piensa que la alarma es real; estos documentales tocan mucho la fibra. Pero nos guste o no, somos seres emocionales y, si no nos la tocaran, tampoco haríamos nada. Ahora bien, la fibra se puede modular. Antes de actuar o de llegar a concluir que comer carne es mejor que comer pescado, un poquito de calma no viene mal, por favor.

2. La carne… Que proceda de animales que vivan en libertad o semi-libertad, que se alimenten de su alimento natural –no piensos–, que estén mínimamente medicados, que se muevan a diario y tengan espacio para hacerlo, que vivan de día y duerman de noche, que no vengan envasados en cajas con etiquetas que nadie entiende y que incluyen más ingredientes que la propia carne, y que su cadena de comercialización implique el mínimo de intermediarios posible.

3. El pescado… Que proceda de animales que vivan en total libertad, si es posible cerquita de la costa, que se alimenten de su alimento natural –no piensos–, que sean tirando a pequeños –no pezqueñines, ¿eh?–, que se muevan a diario y tengan espacio para hacerlo, que no vengan envasados en cajas con etiquetas que nadie entiende y que incluyen más ingredientes que el propio pescado, y que su cadena de comercialización implique el mínimo de intermediarios posible.

Cuanto más nos acerquemos a estos tres ideales, mejor.

Y sí, por supuesto, los tres requieren de un esfuerzo extra, de energía, de tiempo y de dinero. Pero ¿qué te pensabas? Nosotros también vivimos como pollos, en una fábrica de pollos. Salir de ella tiene un precio.


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