Los hijos de la Gran Bretaña son conocidos a nivel mundial por varios tópicos. Entre ellos, su capacidad innata para hacer todo justo al revés que el resto de los mortales. Y no les va tan mal, no lo olvidemos.
Pero como esto es un blog de cocina, vamos a centrarnos en dos de sus más que conocidas características: La mala fama de su cocina y su tendencia a abusar de la bebida. Ambos mitos son ciertos pero, como siempre, con algunos matices. Voy a tratar de explicar cómo comer y beber bien en Londres.
Debo reconocer que Inglaterra es un país que me fascina, y en el que he pasado largas y felices temporadas. En especial Londres, su capital, es una ciudad donde consigo disfrutar como un enano. He de confesar que no me considero un turista habitual, de estos que se dedican a a visitar el mayor número posible de museos y monumentos y que, cámara fotográfica en mano y mochila en joroba, intentan inmortalizar sus caretos junto a las siete maravillas del mundo. Si no fuera por ciertas características que no se pueden ocultar (si estoy en Japón o en Nigeria me resultaría imposible ser confundido con un lugareño) pasaría totalmente desapercibido. Creo que es la mejor forma de conocer un país: integrase. Huyo del resto de turistas como de la peste. ¡Que no me relacionen...!
Es cierto que los londinenses se alimentan mal. Esto es debido a varios factores: En primer lugar, su horario de trabajo (normalmente de 9 a 5) no les permite hacer una comida como Dios manda. Si tienen media hora para comer, les basta con un sandwich o alguna pijada similar a modo de "tentempié". La leyenda que afirma que ingieren un desayuno fuerte es falsa, excepto en fines de semana. Sencillamente, entre semana no tienen tiempo para hacerlo. Se levantan con el tiempo justo para tomarse un té acompañado de algún dulce, salir corriendo, llegar al metro por los pelos, aguantar hora u hora y media de traqueteo y llegar a su trabajo más o menos puntualmente. En segundo lugar, como podréis suponer, después de salir del "tajo", tomarse su pinta (o pintas) de rigor, y aguantar otra hora por lo menos de transporte para llegar a sus casas, no tienen demasiadas ganas de cocinar. Pero, eso sí, llegan con más hambre que el perro de un titiritero. Así que echan mano de lo primero que encuentran. La comida enlatada, calentada al microondas, no es precisamente lo más aconsejable para un buen equilibrio alimentario, pero así es la vida...
Resumiendo, la alimentación típica de un londinense sería: Un té con galletas para desayunar, un sandwich o similar junto a una pinta de Guinness al mediodía, otra pinta tras salir del "curro" y, por ejemplo, una generosa ración de canelones precocinados para cenar (alrededor de las 7 de la tarde). Después, se trasladan a su pub "de cabecera" (ese que tienen justo junto a sus casas) para ponerse ciegos de cerveza hasta que les echan a eso de las 11 de la noche. Eso sí, algo de chocolate, galletas y "guarrindongadas" varias pueden caer a lo largo de todo el día.
Y aquí viene cuando la mayoría de turistas que han visitado Londres se quejan de su comida. El "turista vulgaris" (ese de las bermudas y la vídeo cámara de última generación, entre los que gracias a Dios no me incluyo) intenta mantener sus propias costumbres cuando viaja al extranjero. Como son los españoles a los que más conozco, analicemos sus principales errores: Por ahorrarse unos eurillos, contratan el hotel sin el famoso desayuno inglés o, directamente, sin desayuno. Estos últimos, van al primer pub que encuentran y se piden su "cafelito" con leche. ¡Como en casa! ¡Craso error! El café que te sirven en la mayoría de los pubs no es sino un poderoso laxante de aspecto negruzco y sabor "aguachinado" que les hará volver al hotel de manera casi inmediata a "evacuar" consultas con el señor Roca. Tras recorrer el primer museo (son enormes) de esos con moqueta (de los que cansan) y dirigirse a ver el cambio de guardia del palacio de Buckingham a pie ("¡que en el plano eso está aquí cerca...!") en lugar de ir en metro o en autobús (otro error fatal), a eso de las 2 de la tarde se dirigen a comer, ¡como en casa! y, como no saben donde hacerlo, se meten en el primer McDonalds o "BurroKing" que encuentran a ponerse hasta las trancas de hamburguesas y patatas fritas.
Después, como no han aprendido la lección, van a otro pub a tomar el "café" y, como era de esperar... a probar sus baños y dejar el "regalito".
A todo esto se les han hecho las 4 de la tarde. - Y ahora, ¿dónde vamos? - Pues dónde vais a ir, hijos míos, a ver otro museo, que está "a tiro de piedra" según el plano. A pie otra vez, por supuesto. Llegan al cabo de una hora, ya con llagas en los pies y se lo encuentran cerrado. - ¡Coño! Si aquí pone que cierran a las 5... ¡jodidos guiris...! Y ahora, ¿qué hacemos...?
Deciden volver al hotel (que está ahí "cerquita") "a pata" (para no perder la costumbre) a dejar la cámara de alta definición y las mochilas (que no sé qué coño llevan en ellas) e ir a tomar unas pintas antes de cenar, a eso de las 9 o 10 de la noche. ¡Como en casa!
Dicho y hecho. Y como están agotados y en los pubs hay unos sillones muy cómodos, se apalancan allí durante 3 horas bebiendo ¡UNA! pinta de cerveza cada uno (menos la típica "listilla" que vuelve a pedir un café...). ¡Sin comentarios!. Y notan que los camareros les miran mal. ¿Por qué será? ¿Será porque sólo han pedido una consumición en 3 horas? ¿Será por los gritos que dan al hablar? ¿Será por el hedor nauseabundo que ha dejado la que tomó el café en los servicios? ¿Será por todo un poco?
- Oye... ¡que son las 9! Habrá que ir pensando en ir a cenar...
Nada más salir se encuentran con otro grupo de españoles, tanto o más perdidos que ellos, y tras el consiguiente reparto de besos, abrazos (y casi fluidos varios) y al grito de ¡que viva España, coño! (me resulta curioso ver cómo gente que no se conoce de nada, por el mero hecho de haber nacido en el mismo país, aparentan ser amigos de toda la vida) les hacen la gran pregunta: - Oye, ¿sabéis de algún sitio "apañao" donde se cene bien por aquí? Es que acabamos de llegar hoy mismo y andamos un pelín despistados... - ¡Uff...! pues a estas horas lo lleváis un poco crudo. llevamos 3 días aquí y a estas horas ya están casi cerradas las cocinas... Nosotros venimos de aquí cerca, que hay un "pichajás" donde hemos cenado estos días. ¡Bah...! No está mal. Es que estos putos "britisss" son "mú" raros... ¡Qué os voy a contar...!
Y allí que van. ¡Al "pichajás"! Las 10 de la noche. Una cola kilométrica, pero compuesta sólo de españoles, sudamericanos, italianos y algún que otro inglés medio "bolinga" (los mismos que intentan colarse en el metro sin pagar, vamos...).
Tras una hora de espera en la jodida "queue" (los ingleses son muy aficionados a organizar las esperas ¡no se le ocurra intentar colarse!) consiguen su trozo de cartón (llamado por ellos "porción de pizza") y lo devoran junto a su vaso de "Coke" (tamaño "king size", ¡que somos españoles, coño!...) - ¡Joder! ¡Es que aquí no venden ni cerveza...! - ¡Bah! ¡No te preocupes! Ahora vamos al pub y nos ponemos tibios...
11´30 de la noche. Llegan al pub. - ¡Hummm...! ¡Esto está muy oscuro! ¡Esto está "cerrao", coño! ¡Putos guiris...!
Al hotel y al catre. ¡A sobar! Que mañana será otro día... ¡y repetirán los mismos errores...!
Hasta aquí los fallos más comunes que suelen cometer los turistas que dicen que se come mal en Londres. Como me parece que ya me he extendido más de lo necesario para un sólo artículo, en el siguiente post daré los consejos necesarios para evitar estas situaciones
¡Buen provecho!