A los niños hay que darles de comer. Afortunadamente ahora y en nuestro mundo generalmente (y a pesar de la crisis) hay comida. Los consejos de pediatras y puericultores se centran en la alimentación de los niños más pequeños, los lactantes. En parte porque son más delicados, en parte porque acaban de llegar y sus padres es posible que carezcan de experiencia y en parte también porque la nutrición en el primer año de vida puede ser determinante de muchas situaciones posteriores en lo que respecta al crecimiento y la nutrición.
Pero en cuanto concluye la lactancia generalmente los pediatras se limitan a informar que el niño ya puede comer “de todo” y a poner algunas advertencias sobre cantidades y composiciones que hagan la dieta eso que se llama “equilibrada”, “nutritiva” y que incluya los preceptivos principios inmediatos necesarios para un buen crecimiento.
Para los desmemoriados les recordamos que los principios inmediatos son, más o menos, 5 grupos:
- las proteinas, contenidas en la leche, los huevos (la clara), las carnes y los pescados, las legumbres y, también el pan (el gluten)
- las grasas, contenidas en casi todos los anteriores alimentos mencionados, la yema de huveo, la leche y el queso, la carne menos magra y, además las grasas vegetales como el aceite vegetal (de oliva, de maíz, de girasol, de colza, o de cualquier otra planta oleaginosa) y la margarina, y las grasas animales como la manteca y su prima la mantequilla.
- los hidratos de carbono o carbohidratos que es lo mismo, componentes de las féculas como las patatas, los cereales como el trigo, el arroz, el maíz y la cebada, en las frutas y verduras y en los azúcares de caña o de remolacha.
- los minerales como el calcio, el hierro, la sal, el magnesio, el zinc, el yodo y unos cuantos más aunque, eso sí, en cantidades mínimas, y
- las vitaminas, unos productos químicos que los humanos no somos capaces de sintetizar y que necesitamos para nuestro metabolismo y a los que inicialmente se les adjudicaron para distinguirlos letras del alfabeto: A, B, C, D, E, y varias más. También necesarios pero en muy pequeñas cantidades.
Además nos hace falta agua, que se podría incluir entre los minerales.
Pero todo esto es nutrición, cosa muy importante, pero no suficiente. Los productos dietéticos, los alimentos en general precisan alguna manipulación para que se puedan consumir y, también, para poderlos conservar. Esa manipulación debe también contribuir a que la composición de las comidas sea equilibrada.
Y, por encima de todo ello es fundamental que la comida esté buena, que esté rica, que satisfaga gustos, costumbres y tradiciones. Que estimule todos los sentidos (vista, oído, olfato, tacto y gusto). Ahí es donde empieza la gastronomía. O si se quiere ser menos pretencioso, la cocina.
A los niños hay que darles de comer, no sólo nutrirlos. Y hay que enseñarles a comer en el sentido más amplio: a utilizar los utensilios adecuados, a ordenar los sabores y las texturas, a equilibrar su ingesta y, también, a disfrutar de todas las opciones.
Comer es nutrición pero sobre todo es cultura, y eso hay que enseñarlo. Los trastornos alimentarios tienen más de disfunciones culturales (o psicoemocionales) que de problemas nutricionales.
Los niños felices son los que comen bien. Bien bien, eh!
X. Allué (Editor)