El infame comercio ilegal de especies protegidas es una de las mayores lacras que afrontamos en el mundo. Sus datos hacen palidecer cualquier otro comercio ilegal y lo lucrativo de esta actividad, su bajo riesgo y la escasa penalización la convierten en una de las pesadillas de los conservacionistas y los amantes de la naturaleza.
Poseer especies exóticas, vender artículos de marfil, brebajes a base de órganos de especies como el tigre o el elefante (muy cotizados en los mercados asiáticos), o la demanda de animales para circos y espacios protegidos, han convertido el tráfico de especies en una de las fuentes de ingresos más potente para organizaciones terroristas y mafias de todo pelaje. De hecho, ya es el cuarto crimen organizado internacional en cifras de volumen de negocio, por detrás del tráfico de drogas, la trata de personas, las falsificaciones y por delante del tráfico de armas. Los beneficios se utilizan para financiar actividades terroristas, guerras civiles, comprar armas, sobornar funcionarios y políticos, y un largo etcétera.
El hecho de que las sanciones sean una broma, contribuye a que este comercio siga aumentando y poniendo en grave riesgo las especies más valiosas y protegidas. Por ejemplo, las sanciones por tráfico de cuernos de rinoceronte son menores que en el caso del tráfico de drogas. Las multas a cazadores furtivos en Sudáfrica pueden saldarse con una multa de 14.000 dólares, mientras que el tráfico de hasta 5 gramos de cocaína supone 5 años de cárcel.
No ayuda nada que se permitan santuarios para este comercio. Es el caso de Tailandia, convertida de facto en lavandería de marfil ilegal. En este país no está prohibido comerciar con marfil de elefantes tailandeses que mueren por causas naturales. Un resquicio legal que sirve de tapadera para el degüello que se lleva a cabo. Un anillo o unos pendientes pueden costar 80 dólares. Un colmillo entero unos 250.000 dólares (190.000 euros).
Otra de las causas detrás del aumento del tráfico de especies es que la gente por todo el mundo no aprende nada y cada vez es más burra. Así de claro se lo digo. Y es que la demanda de ingredientes de animales para remedios medicinales y también por un uso ornamental sigue viento en popa. Por ejemplo, en un país como China, que trata a los animales como basura, en la cultura del regalo corporativo son habituales las piezas como piel de tigre u oso polar, colmillos de elefantes, etc. Por no hablar de su afición a comer carne de perro, entre otras carnes diversas...
El tráfico de especies representa ya un negocio de más 10.000 millones de dólares al año. Probablemente el doble, si tenemos en cuenta que muchas de sus transacciones no se cuantifican. Y eso sólo sin incluir la pesca y la madera, que entonces dispara el dinero que se mueve en ese circuito ilegal.
La incorporación de alta tecnología al mundo de la caza furtiva ha venido a complicar y acelerar aún más el problema, dado que los cazadores furtivos usan habitualmente miras telescópicas, gafas de visión nocturna, helicópteros, tecnologías de geodetección de animales, etc, para cazar especies protegidas como tigres, elefantes, rinocerontes, lobos... Una equipación que señala claramente que hay una amplia infraestructura organizada y con medios materiales tras estas organizaciones de cazadores furtivos. Y no olvidemos el detalle humano: entre 50 y 100 guardas forestales son asesinados al año en África. Datos oficiales. En la realidad, muchos más porque matan a gente relacionada con la protección de especies y luego se van a tomar una copa... o a matar al siguiente animal.
El drama se hace todavía más doloroso cuando se producen matanzas de gran envergadura perfectamente organizadas. Por ejemplo, la ocurrida en febrero de 2012 en un incidente del Parque Nacional de Bouba N'Djida, en Camerún, donde murieron más de 200 elefantes.
Se calcula que cada año el tráfico de colmillos causa la muerte de 30.000 elefantes africanos. En África quedan unos 600.000 elefantes, pero hace décadas eran varios millones. A este paso las generaciones venideras verán elefantes en las películas de Tarzán porque lo que es en África pocos quedarán.
El caso del tigre es sangrante. Se aprovecha de él todo para los remedios basados en medicina china. Ya hay más tigres en cautividad en Estados Unidos (5.000) que en libertad (unos 3.200 o 4.000).
El comercio de los cuernos de rinoceronte sigue incrementándose y su precio se eleva en torno a 60.00 dólares el kilo. Más que el oro. La culpa: de Vietnam, su principal consumidor y su fantasía de que cura el cáncer. También su uso como remedio en infusión contra la resaca tras las fiestas de alcohol. Total: que sólo quedan 4.900 rinocerontes negros y poco más de 20.000 ejemplares de rinocereonte blanco en libertad.
Con la de cuernos que hay en el mundo occidental, pero ese es otro tema...
En resumen, hay que incrementar la lucha contra el comercio ilegal de especies de forma contundente. Sólo hay una vía que pueda dar resultados y que ya se ha probado: el uso de inteligencia y fuerza militar selectiva para acabar con las redes y los grupos criminales que se dedican a este tráfico.