Que esta Navidad vaya a ser diferente no quiere decir que no se celebre con ilusión y alegría, aunque, por imperativos de salud pública, se haga de un modo distinto al tradicional.
Cómo afrontar una Navidad diferente sin perder la ilusión
Cuando apenas faltan unas pocas semanas para la Navidad, una mayoría de la población ha asumido que esta fiesta familiar por excelencia será muy diferente este año debido a la pandemia que azota a la humanidad.
Aunque las expectativas son optimistas de cara a la segunda mitad del próximo año gracias a la campaña vacunal que ya se anuncia, la despedida de 2020 tendrá lugar bajo los efectos la segunda ola de contagios que ahora sufrimos, y todo apunta a la necesidad de no bajar la guardia en prevención de nuevos rebrotes. Nos espera una Navidad a compartir en muy pequeños círculos familiares, evitando las grandes aglomeraciones y sin desplazamientos a otras provincias o a otros países para reunirse con los seres queridos.
Es comprensible que una sensación de incertidumbre afecte a quienes venimos padeciendo el cambio de vida impuesto por el coronavirus. Y por si no fuera suficiente, se suma ahora la renuncia a la normalidad de unas fiestas que para muchos suponen la celebración familiar más entrañable del año. Sin embargo, que esta Navidad vaya a ser diferente no quiere decir que no se celebre con ilusión y alegría, aunque, por imperativos de salud pública, se haga de un modo más responsable y solidario distinto al tradicional.
El ser humano está perfectamente preparado para superar los momentos difíciles (pérdidas de seres queridos, guerras, desastres naturales…), y si estos infortunios llevan implícito un beneficio para el mañana, el mero hecho de saber que nos aguarda una recompensa hará que el esfuerzo sea más llevadero.
La Navidad del coronavirus
«La Navidad no es una temporada, es un sentimiento”
Edna Ferber
La Navidad es un referente social idealizado por las mentes de quienes la celebran. Es por ello que al surgir circunstancias que impidan solemnizarla como dicta la tradición, lo previsible es que afecte a quienes tengan que renunciar a la normalidad. Esto es algo que sucede todos los años en aquellos hogares en los que ha muerto recientemente un familiar y notan su espacio vacío en la cena de Nochebuena o en la comida de Navidad.
Si se asume el dolor como la consecuencia de una privación impuesta y se evitar autoimponerse castigos (como renunciar a sonreír o a disfrutar de la presencia los seres queridos en esos días) será más fácil atravesar los trances difíciles.
Que estas navidades vayan a ser distintas no implica que tengamos que afrontarlas con gesto cariacontecido y el ánimo por los suelos. Distinto y malo no son conceptos equivalentes, por ello la Navidad de 2020 (la Navidad del coronavirus) no tienen porqué ser mala si conseguimos activar nuestros mecanismos de adaptación. Merece la pena intentarlo, aunque sólo sea porque la felicidad y la actitud de los más pequeños siempre responderá a la que manifiesten los adultos. Por lo general, los niños siempre estarán dispuestos a acceder a las alternativas que les ofrezcan sus mayores.
Pautas para afrontar estas fiestas
- El Covid-19 no tiene porqué impedir la ilusión de poner el árbol de Navidad y adornar la casa con motivos navideños.
- Si a un niño se le explica que los Reyes Magos han creído conveniente este año no hacer cabalgata por motivos de la pandemia, y les aseguramos que esto no impedirá que repartan regalos como siempre, los pequeños lo entenderán en la medida que los adultos asuman que se puede disfrutar de unas navidades diferentes en las que la compañía de algunos seres queridos se tenga a través de una videollamada que permita estar virtualmente juntos a padres e hijos, nietos y abuelos o tíos y sobrinos.
- Hay que interiorizar la convicción de que renunciando a las reuniones familiares masivas estamos ofreciendo una muestra de amor y de respeto al simultanear la protección de los demás con la de nuestra propia.
- Es necesario aceptar que nos esperan unas navidades diferentes, saber adaptarse a la realidad y encontrar formas alternativas sin caer en el tremendismo.
- Hemos de estar convencidos de que todo pasará y que esto no es para siempre sino sólo una excepción.
- Servirá de gran ayuda prescindir de la improvisación, no esperar milagros de última hora y saber anticiparse a los acontecimientos. En este sentido serán beneficiosos los consensos familiares previos en los que participen los niños, a quienes informaremos de las novedades de esta Navidad especial, planteándola con ilusión, como un aliciente y no como una renuncia. La seguridad y la felicidad de los niños depende siempre de la actitud de los adultos y repercute en la armonía de toda la familia.
- No estaría de más aprovechar la actual coyuntura para intentar contemplar la Navidad profundizando en su verdadero significado para cada familia, ya sea laico o bien religioso. Ahondar en la verdadera esencia que para cual tenga esta festividad, puede ayudar a saber disfrutarla independientemente de la opulencia y la concurrencia.
Acabamos de atravesar un verano atípico que en España ha sido nefasto en brotes por la rapidez con que se hizo la desescalada tras el confinamiento y la relajación consiguiente de medidas preventivas Esto debería servirnos de lección aprendida que nos predisponga a no renunciar al espíritu navideño, pero siempre asumiendo que esta Navidad no será normal, aunque tampoco mala ni triste siempre que hagamos bien las cosas.
Decíamos al principio que al ser humano le es más fácil superar los momentos difíciles cuando en la dificultad hay un sentido y una recompensa. Pue bien, en esta ocasión la dificultad de no celebrar la Navidad como siempre hemos hecho tiene el sentido de estar previniendo el contagio de nuestros seres queridos (y quien sabe si la muerte) además del nuestro.
En momentos de flaqueza ante la difícil situación que atraviesa la humanidad, ayuda estar convencidos de que cumplir las medidas epidemiológicas de protección contra el Covid-19 es un modo de cuidar de la sociedad y de nosotros mismos, aunque esto conlleve unos cambios forzosos en nuestros hábitos, y quien sabe si hasta un punto de inflexión a partir del cual cambiemos el planteamiento de nuestras vidas y las metas que nos tracemos.
Hay que tener en cuenta que tanto las consecuencias de un terremoto, un huracán, un conflicto bélico, son catástrofes que acaban pasando siempre; del mismo modo, tengamos la esperanza y la certeza de que la pandemia que hoy ha cambiado nuestras vidas también pasará.
Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia
Este artículo está escrito por Clotilde Sarrió Arnandis y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España
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