Con el buen tiempo se me antojó un libro romántico. Sí, un capricho que confirma lo que dicen por ahí de que la primavera, la sangre altera. Como agua para chocolate (1989) es una novela de la escritora mexicana Laura Esquivel de la que seguramente todos hemos oído hablar alguna vez. Pero sea tal vez porque los caprichos a veces no dan resultados muy satisfactorios, el caso es que esta novela no me pareció tan dulce como a otros lectores. Es cierto que, como todo o casi todo, tiene una parte positiva. Destaco que la forma de narrar empezando cada capítulo como si fuese una receta me gustó, me pareció original (y mira que no soy precisamente una gran cocinera), y que en general la novela es llevadera, ya que te puedes implicar medianamente en la historia.
Y al mismo tiempo, es la historia en sí misma la que me chirría un poco, puesto que me pareció todo muy semejante a esos culebrones que echan a las cuatro de la tarde en verano. Tita es esa típica joven destinada a sufrir por amor, que ama a Pedro con locura, pero que por ser la menor de la familia está condenada a cuidar a su madre hasta que ésta fallezca. En el ínterin, su enamorado se casa con Rosaura, la hermana de Tita, con la intención de permanecer cerca de la mujer a la que ama en realidad. Y bueno, más o menos el resto nos lo podemos imaginar: que si celos, que si tragedias, que si promesas rotas, amores y sobre todo muchos desamores.
Además, no hay que olvidar que en este libro se utiliza con no poca frecuencia el realismo mágico, y para ser sincera, yo soy de esas personas que tiene que tomar el realismo mágico en pequeñas dosis. En Como agua para chocolate hay bastante de esta corriente, y la verdad es que a veces no podía evitar fruncir el entrecejo o incluso soltar una risita por lo extraño (e inverosímil) de algunas situaciones.Así que, a partir de ahora, tendré que tener más cuidado con esos antojos primaverales tan repentinos y esperar para ver si esta floreada estación me trae la próxima vez algo con lo que esté más conforme. Mientras tanto, crucemos los dedos.