Ser escritor de novela policíaca no es fácil, os lo aseguro. Levantar todo el andamiaje necesario para que una historia de misterio tenga no sólo interés, sino que satisfaga las expectativas del lector al final, cuando se desvela la identidad del criminal y el motivo que le llevó a asesinar a la víctima, es una obra de ingeniería que requiere un gran esfuerzo intelectual. ¡Creedme!
Ahora bien, dejando a un lado lo relativo a la construcción y elaboración de la historia, uno de los problemas más difíciles a los que me enfrento cuando me pongo ante una nueva historia policíaca es la manera en la que voy a asesinar a la víctima.
Hay tantas formas de matar que quizá a alguno os sorprenda, pero asesinar no es fácil, os lo aseguro. A la hora de cargarte a alguien, por muy personaje ficticio que sea, hay un buen montón de elementos que tener en cuenta. Entre ellos…, la originalidad.
Asesinar a la víctima con originalidad
Según una estadística que he visto por alguna parte, el 80% de las asesinas en serie utilizan el veneno para asesinar a la víctima que se les ha metido entre ojo y ojo. Varias razones explican esta tendencia: una es que el veneno tiene más posibilidades de pasar desapercibido; otra, que no mancha (al menos de sangre) y otra, supongo que las mentes criminales femeninas lo habrán valorado, que mata a distancia…
Luego, además, el veneno presenta la ventaja de que las maneras de administrarlo son muy variadas, pero desde luego algunas rizan el rizo: lo de aprovechar un cunnilingus para cargarse al marido se lleva la matrícula de honor entre los métodos más originales de matar con veneno. ¡Las hay que son ingeniosas!
Vale, lo reconozco, a veces no es tan difícil encontrar una forma singular con la que asesinar a la víctima de tu novela. Incluso en esta tarea Google es un gran aliado, pero comprendamos que no siempre viene bien a la historia un asunto tan llamativo como ése… A veces es necesario matar con un poco más de decencia.
¿Pero qué hace el escritor cuando va a utilizar esa combinación (veneno y mujer) en un crimen? Si las estadísticas están en su contra, ¿cómo puede transformar un hecho conocido por todos en algo sorprendente?
Ya os lo he dicho: escribir novela policíaca no es fácil. La única manera de dar la nota con estos ingredientes tan manidos es romperse la cabeza y encontrar un medio espectacular para administrar el veneno, como el de la amiga de unos párrafos más arriba.
Lo sé por experiencia. Pero no por esa experiencia, ¡a ver qué vais a pensar!
En una de mis historias de Carter & West utilicé el veneno y lo puse en manos de una mujer, pero puesto que ni el arma y ni el género de la asesina eran demasiado originales, tuve que estrujarme las meninges para encontrar un medio que sí lo fuera. Y al parecer lo logré, porque mi experta lectora en novela policíaca a la que ya no le dan ni una no me pilló el asunto. Y, no, no tuve que recurrir al cunnilingus.
En cualquier caso, como se puede comprobar, ya sea por el medio, el motivo o por la oportunidad, la cuestión es que asesinar a la víctima siempre requiere un esfuerzo de imaginación por parte del escritor. Y recordad que las neuronas no se reponen como una caja de huevos en el Mercadona. Por eso siempre digo que las novelas policíacas deberían ser más caras que las demás.
Aprovechando al señor Hitchcock
Por ello, y porque últimamente me he dado cuenta de que la calidad de mis sinapsis está como para ofrecerlas de saldo (esto sí que da miedo y no el True Pulp Murder), me he guardado como oro en paño esta infografía que descubrí hace algún tiempo en la web de Culturamas: 50 formas de matar a un personaje y 38 obsesiones de Hitchcock,
porque no sabe una cuándo va a necesitar ideas para la consecución de un asesinato decente y con clase, en el que pueda estar involucrada una Grace Kelly cualquiera… o una Kate West.
Fotografía: Marcin Czaja, Stocknap.io.