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Cómo asesinar a tu peor enemigo

Publicado el 21 noviembre 2016 por Luis Luis Monge Malo @mongemalo

La novelista Gail Godwin le llama Espectador de la puerta, los psicólogos pánico escénico y los más ilusos se refieren a él como perfeccionismo. Es el responsable de que tu compañero de universidad no se presentara a los exámenes del primer semestre, de que un tercio de los candidatos de una oferta de empleo no acudan a la entrevistas, de que quieras cambios de última hora antes de publicar tu sitio web, de que no llames a ese cliente potencial y de que continúes madrugando para ir a un trabajo que no te llena.

Alguna vez te ha hecho preguntarte si deberías haberle besado pero nunca si no deberías haberlo hecho. Al escritor novato le dirá que no sabe lo suficiente del tema hasta que sepa tanto que el tema le aburra.

El espectador vive dentro de ti y opina demasiado pronto. No te imaginas las molestias que se toma para evitar que consigas tus objetivos. Los espectadores son excelentes regadores de plantas, reparadores domésticos, ordenadores de cajones, limpiadores de mesas, comedores compulsivos, lectores del correo electrónico y comprobadores de las notificaciones del móvil. Creo que fue un espectador el que hace unos años convenció a todos los negocios de que para tener éxito debían estar presentes en redes sociales.

"¿De qué sirve que escribas una página?", le dice al escritor, "¡si vas a tener que escribirla de nuevo!, ¡hazlo bien a la primera!"

El espectador es capaz de tenerte navegando por internet durante días antes de que des el siguiente paso. Prefiere morir (llevándose tus sueños con él) a que metas la pata. El espectador convoca reuniones de dos horas con todos los miembros de su equipo y no dirá su opinión antes de que lo haya hecho su jefe.

Tan importante como reconocer la existencia del espectador es asumir la necesidad de no escucharle. Una forma es aceptar su existencia y enfrentarse a él con valentía. Levantarse cada mañana con los puños en alto para noquear cualquier distracción que se interponga entre tú y tus deseos. Como cuenta Tina Lynn Seelig en What I Wish I Knew When I Was 20, para una misma persona, la relación entre éxitos y fracasos es constante, así que si quieres más éxitos debes estar dispuesto a asumir más fracasos.

"Si te importa lo que otros piensan de ti, crece", aconseja Jeb Blount en Fanatical Prospecting.

Racionaliza que es más barato cometer un error que sopesar todas las alterativas. O delegar y obtener un buen resultado, que obtener un excelente resultado no delegando. Como dice Ramit Sethi en I Will Teach You to Be Rich, más se ha perdido por indecisión que por malas decisiones.

Aprende a convivir con él. Actúa cuando él esté descansando, a horas extrañas, en ratos tontos. Las fechas de entrega inminentes mantienen a los espectadores a raya. Camúflate, en lugar de prospectar piensa que llamas para conocer a alguien que te interesa.

Usa a un guardaespaldas. Configura la cuenta atrás de tu teléfono móvil para que suene dentro de diez minutos y prohíbete cualquier distracción hasta entonces. No se trata de que lo hagas perfecto, ni siquiera de que lo hagas bien, se trata de que ganes inercia. Para cuando suene la alarma ya no podrás parar.

No frecuentes los lugares donde aparece. Desactiva la mayoría de notificaciones de tu móvil, es más, ponlo en modo avión. Cierra el email, desconecta el teléfono fijo y ponte unos tapones en los oídos.

Empieza ya, ahí donde estás. Llama a esa empresa, firma ese contrato, invierte, publica ese artículo, di el precio, no te enrolles, dile a ese cliente potencial que no vas a negociar tus tarifas y no le des más explicaciones.

Como William Stafford concluye en Writing the Australian Crawl, el espectador es, en realidad, la diferencia entre tus exigencias y tu rendimiento. Reduce tus exigencias y sigue la recomendación de Roy Peter Clark en Writing Tools: 50 Essential Strategies for Every Writer, y que las únicas opiniones que te importen sean las de esos amigos que te quieren, esos que creen que eres interesante, o importante, o divertido; esos que te dicen: "Cuéntame más. Cuéntame todo lo que puedas. Quiero saber más acerca de cómo te sientes, qué sabes y todo lo que pasa dentro de ti y a tu alrededor."

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