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El día de San Jose del año del Señor mil ochocientos doce, en el oratorio de San Felipe Neri de la capital gaditana, asediadas sus murallas por el ejército napoleónico que había arrasado Europa de un extremo al opuesto demostrando su capacidad para rendir un bastión enanísimo, se promulgaba el principio del fin de la Nación Española. El constitucionalismo caía cómo una losa sobre un pueblo, el hispano, que no sabía, ni entonces, ni ahora, la gran maldición que le había caido encima. El constitucionalismo era algo novedoso que sacaba al gañán del campo y, sin saber siquiera escribir o casi ni hablar, le otorgaba el grandísimo poder de elegir, mediante su voto, a los próceres que le representarían, se suponía, en las Cortes y que se enriquecerían, de facto, a costa de él que, cómo gañán seguiría, cómo se demostró entonces y se demuestra ahora, atado, en buen hecho feudal, al terruño en que nació. Se nos otorgaba en aquel texto, elaborado por burgueses, aristócratas y afrancesados, el derecho a elegir a aquellos de los que debíamos ser fieles vasallos.Dos siglos despues...
Dos siglos después se echa en falta algún ensayo sobre cómo cargarse una nación milenaria en apenas cuarenta años. Es cierto que hemos ganado mucho, ahora vivimos muchos más años para seguir contribuyendo con nuestro esfuerzo al Estado y los Bancos, no tenemos tantísimas enfermedades para no perder días de baja en el trabajo y por supuesto, los bancos nos daban dinerito fresco para procurar que fuéramos grandes consumidores a los que se la bufara que hacían los politicastros, cómo lo hacían y a quien. Éramos gañanes que nos creíamos libres cuando éramos adoctrinados por un sistema educativo falaz, que premiaba al mediocre y castigaba al brillante. Mientras nos mostraban un mundo de luz y color cuasilisérgico en lo público, los verdaderos llamados a suceder a los gobernantes- pseudo señores feudales de hoy- el día de mañana se educaban en colegios de pago que costeábamos y pagamos, entre todos los que nunca llegaríamos a catar esas mieles.
La evidencia pasmosa de que el constitucionalismo es tan ajeno a los países de carácter latino es tan evidente cómo el acervo democrático de los países de índole sajona. No es que no podamos asumir una Constitución y hacerla buena, es que simplemente no estamos predispuestos a ello. Sómos pueblos dados al trapicheo, al vivir bien invirtiendo el mínimo trabajo en ello. Sólo hay que ver quienes son los países más industrializados y con el Índice de desarrollo Humano más avanzado y quienes por contra los que viven de las migajas, los servicios y el turismo. Los llamados PIIGS es un claro ejemplo de ello, ya que a excepción de Irlanda, los demás países, pertenecientes al arco Mediterráneo, son paises de un carácter latinizado, pocos dado al trabajo industrial y si miy dados al servicio, al turismo, la agricultura y si me aprietas, el subsidio generalizado. Claro está que hay honrosas excepciones, pero en términos generales sómos paises que, si no tenemos un régimen fuerte gobernando, nos disgramos de forma rápida.
Democracia no, democradura.
Y es por ello que en nuestra querida y a la vez desangrada piel de toro nunca tendremos una democracia, sino esa suerte de empalagosa democradura por la cual el Pueblo sólo será recordado por los feudatarios del Congreso, Gobierno, Autonomías, Fundaciones, Empresas Públicas y Ayuntamientos a la hora de pedir el voto en éste bipartidismo rancio que no sólo no destida Igualdad, Libertad y Fraternidad sino que sólo muestra carácter recaudatorio, afán adoctrinador y manutención de la imbecilidad manifiesta que se nos supone por parte de cualquier poder público. Es la forma más rápida del dicho "Dame Pan y dime Tonto" en nuestro caso, "dame paguica y tómame por imbécil que así entre vividores de lo público y vividóres del subsidio, tomaremos por imbéciles a todos los contribuyentes que hacen que ésto no se haya hundido prestando sus costillas de Sol a Sol". Una forma de actuar que, anexa a la cesión de soberanía a Europa para no tener que asumir responsabilidades nos pone ante los cuernos del toro del principio del fin de la Nación Española.
El caso es que sómos enemigos acérrimos de conceder el beneficio de la duda a nenacos de dieciseis años que, por otro lado, si van por la calle con una botella de vodka y fumando porros dice mucho de la sociedad en la que se están criando, pero no vemos que el voto es algo tan consecuente y cargado de responsabilidad que debiera estar tan reglado cómo reglado debíera estar el acceso a la política profesional. Demostrado queda que desde el seis de diciembre de mil novecientos setenta y ocho España ha mejorado en la mitad de aspectos en los que ha empeorado y que nuestra salida inmediata pasa por ser un estado fuertemente subsidiado desde el exterior, bien a través de la Deuda Soberana, bien a través de las dádivas milagrosas de las potencias europeas. Es la paradoja final, la que pone a la Potencia de la cual surgió Europa a sus propios píes. No es cosa de llorar, ésto ya se veía venir, es cosa de saber por qué, a pesar de haber llegado aquí, seguimos chocando de cabeza con el mismo muro.
La capacidad de decidir.
Lamentablemente, cómo sociedad, sómos una sociedad totalmente inmadura. Faltos de cultura en general, negados para los idiomas y creyentes de que todo lo que viene de fuera en forma de dádiva lo tenemos bien merecido. Nada más lejos de la realidad. Un día, quizás el día de la Pepa, quizás el día en que los Nazimbécilismos comenzaron a coger el mágico halo de los iluminados, decidimos que no éramos españoles, que era algo que nos habían impuesto y por tanto era algo nefasto. Nuestra capacidad de decidir se basa en nuestra capacidad de conocer y por tanto sómos tan incultos que no tenemos una base sólida sobre la que decidir que nuestro país en su día fue un mojón y ahora no es mucho más. Me gustaría que un día, nuestro sistema educativo fuera el mejor de Europa y que nuestros jóvenes al fin tuvieran la opción de dejar de ser palurdos funcionales con una base sólida sobre la que decidir si al final merece la pena seguir adelante con España o dejarla caer. Creo que para entonces separatistas, politicastros y enemigos habrán ganado la partida.