Revista Infancia

Cómo controlar las rabietas

Por Pequelia @pequelia

Cómo controlar las rabietas

Algunos niños sólo pierden la calma de vez en cuando, pero a otros les cuesta asumir que las cosas no son como ellos desean. A los padres les encantaría que estos berrinches cesasen a partir de los dos años, que se supone que ya se van haciendo mayores y puedes empezar a razonar con ellos. Pero la realidad es que no es así. Lloran, gritan, patalean… y en la mayoría de las ocasiones no sabemos cómo reaccionar.

Controlar las rabietas es muy difícil para los niños y una tarea dura para los padres. Lo primero que hay que hacer es controlar nuestra propia ira. El no ponernos nosotros nerviosos ayudará a manejar mejor la situación. En estos momentos las instrucciones que se le den al niño deberán ser claras y en ningún momento se deberán dar gritando o con impaciencia.

Eso sí, lo que digamos tiene que cumplirse. Nunca debemos recular en nuestras decisiones. Si no te pones el abrigo no vas al parque. Él ya sabe lo qué tiene que hacer porque le hemos dado una orden concreta y clara. Así que si no se lo ha puesto, se queda en casa. No vale estar detrás de él media hora hasta que al fín conseguimos que se vista y luego encima bajarlo al parque, porque asociará que es así realmente la forma de hacer las cosas.

Cuando le coja una rabieta, pregúntale qué es lo que le ha disgustado. Probablemente esté tan excitado que no responda a tus preguntas, así que intenta mantenerlo un rato quieto, sin jugar, sentado en una silla o en un rincón. Cuando ya se haya calmado reanuda otra vez la conversación. Seguramente si ha transcurrido mucho rato, ni se acuerde por qué estaba llorando.

Una vez tranquilo recuérdale lo que ha hecho mal, “no se grita”, “no se tiran cosas”, “tienes que ponerte el abrigo”, o “a tu hermano no se le pega”… intente que pida perdón, que recoja lo que haya tirado y refuerza el comportamiento positivo, con un “muy bien”, “fenomenal” o “que mayor eres”. Pero como ya hemos dicho, no nos echaremos atrás, es decir, aunque ahora se ponga el abrigo, no vamos a ir al parque.

Eso si, por nuestra parte, intentaremos no desafiar al pequeño. Es decir, si se tiene que ponerse la chaqueta para salir a la calle y él no quiere, no es necesario que se abroche la cremallera hasta estar fuera de casa. Le dejaremos un margen de maniobra.

Por el contrario si pretendíamos ir a un lugar antes de la rabieta, iremos cuando él se calme. Por ejemplo, si queremos ir a la compra y él se enfada porque quiere ir cargado con algún juguete (que en la mayoría de los casos luego terminaremos llevando nosotros) y le decimos que no; cuando termine su mosqueo y se calme, nos iremos… sin el juguete.

Llegados a este punto hay que diferenciar. En el caso de ir al parque, nosotros vamos al parque por él, para que se divierta, por eso si no se pone el abrigo se queda en casa. En el caso de la compra, tenemos que ir a la compra, no lo podemos dejar ni para más tarde, ni para mañana; no es una actividad lúdica y lo más importante no se puede quedar en casa solo.

Nunca le des nada a cambio de calmarse. El debe entender que tiene que relajarse sin mediar nunca ninguna recompensa.

Es difícil sobre todo para una madre ver a su hijo llorar y no abrazarlo y secarle las lágrimas, pero debes esperar a que se tranquilice para hacerlo. Y una cosa muy importante no desautorizaros entre los padres. Si uno lo castiga por determinada cosa, no vale que por no aguantar la rabieta el otro le levante el castigo, porque si no siempre recurrirá a esta técnica para conseguir lo que quiere.

¿Cuál ha sido la peor rabieta de tu hijo? y ¿cómo la has solucionado?

Foto: mahalie


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