En las entregas anteriores hemos revisado algunas de las razones por las que decir NO es tan difícil. También hablamos sobre las ventajas de aprender a decir que no. Fue necesario porque ahora ya estamos conscientes de lo que pasa en nuestra mente y por qué debemos practicar decir NO hasta que perdamos el miedo.
Ahora toca revisar porqué el Budismo Zen es útil para aprender a decir que no y poner límites.
El Budismo Zen es un gran NO
¿Te has preguntado por qué el Budismo Zen no es tan popular en occidente? Porque es muy difícil.
Sin lugar a duda, el budismo es una filosofía que nos toca fibras emocionales fuertes porque es muy humano y nos hace sentir bien. En la superficie parece que todo es amor, apertura y atención plena.
Pero si revisamos concienzudamente las enseñanzas del Buda y los Patriarcas del Zen, encontraremos que, en esencia, la práctica budista es un gran NO gordo y pesado.
El Buda sabía que la mente fuera de control es una mente que causa daño a sí misma y a los demás. Desarrolló su Dharma en torno a la disciplina que se necesita para decir que no a nuestros impulsos barbáricos y a nuestro ego.
Cada enseñanza del Buda apunta a que el practicante refine su atención para que contemple la calidad de sus pensamientos, palabras y acciones. Impulsa a las personas a que nos alejemos de hacer el mal y que usemos nuestra energía para ayudar a los demás seres.
Esto solo se logra dedicando nuestros esfuerzos a decir que no a nuestro enemigo más grande: el ego.
Si aprendemos a controlar el ego para que no nos lleve a los extremos, tendremos la capacidad y fuerza para decir que no a las situaciones y personas que nos piden hacer algo en contra de nuestra seguridad, intereses o dignidad.
Shikantaza
Shikantaza significa “siéntate y medita”.
Nuestro primer paso es la práctica diaria y no-negociable de Shikantaza Zazen. Nos sentamos a meditar sin negociar con el ego y sin descanso los días festivos.
El ego siempre va a querer estar en movimiento, divirtiéndose o pensando tonterías inútiles. Si nos obligamos a solo sentarnos a hacer Zazen, le estaremos diciendo NO a nuestro más grande enemigo. Con el tiempo, el ego comenzará a ser menos problemático.
Zazen es el pilar del Zen porque es así como podemos observar los pensamientos sin ser protagonistas.
Los Cinco Preceptos Laicos
Seguir los Cinco Preceptos Laicos en la mejor de nuestras capacidades, es entrenar la mente a decir que no y a ponernos límites. Comenzamos con uno mismo y esto, poco a poco, va tocando otras áreas de nuestra vida.
1. Evitar dañar la vida. Hacemos lo posible para que todos los seres a nuestro alcance tengan mejor calidad de vida. Nos esforzamos en tener un cuerpo bien alimentado y en capacidad de cuidar de los demás. Esto solo se logra diciendo no al ego, para poder hacer lo necesario por nuestra alimentación y salud en general.
2. Evitar tomar lo que no se ha dado libremente. No robamos objetos ajenos, pero más importante, no NOS robamos tiempo, oportunidades o dignidad. Hacemos de la generosidad hacia los demás una práctica cotidiana y activa.
3. Evitar hacer mal uso de las comunicaciones. Nos comunicamos de manera compasiva, pacífica y no vulgar. Apreciamos el silencio como una actitud que nos da fuerza, elegancia y dignidad. Se comienza con las palabras hacia uno mismo, para aprender a expresarnos así hacia los demás.
4. Evitar hacer mal uso de la sexualidad. Nos aceptamos incondicionalmente sea cual sea nuestra identidad y no la usamos para obtener algo de los demás. Tratamos a nuestras parejas con el mismo respeto y gratitud que nos gusta sentir.
5. Evitar intoxicar la mente. No nublamos el juicio con sustancias o conductas adictivas, para poder mantener una mente clara y atenta a la vida.
A diferencia de otras filosofías, en el budismo el único infierno que existe es el que nos creamos y cargamos encima. No pasa nada si decides no seguirlos.
Sin embargo, estos preceptos nos entrenan a decir que no, para alcanzar una calidad de vida satisfactoria y limpia. Si esto lo podemos mantener, entonces decir que no a los demás no será tan difícil.
Serie Cómo decir No y poner límites:
Parte 3