Siempre me ha gustado leer. Mis padres comentan que siempre les parecía un milagro como desviaba los postes de iluminación en el camino en la escuela, con el libro en las manos. Recuerdo que desde pequeña utilizaba los libros para convertir las explicaciones aburridas de algunos profesores en aventuras llenos de emoción - aquel ingrediente imprescindible para recordar los detalles. Para cualquier tema existen libros de ficción que por el mero hecho de estar ambientado en una época concreta te llenan de conocimiento y apreciación para una cultura o un tiempo remoto.
Así por ejemplo acompañé las clases de historia de Europa con la lectura de los libros de Philippa Gregory (la película " la otra Bolena " se basa en uno de sus libros). Sus relatos de las intrigas en la corte inglesa me enseñaron mucho más sobre la sociedad real inglesa en al época que cualquier profesor.
¿Para qué sirve la lectura?
Sigo leyendo muchos libros, y sigo utilizándolas para reírme, para llorar, para aprender y para inspirarme. Los libros de ficción me ayudan a despejar la mente y relajarme. Es lo único que realmente me permite apagar mi mente analítica. En combinación con una infusión de anís es la perfecta preparación para la noche.
Al mismo tiempo suelo estar leyendo 2-3 libros de no-ficción. Los veo como mis mentores de bolsillo que están accesibles siempre que yo tengo un poquito de tiempo disponible. Eso significa que no los leo necesariamente en orden cronológico ni que espero terminar un libro para empezar el próximo. Voy saltando entre páginas y capítulos, buscando aquel trozo de texto que hoy habla conmigo.
Al final de cuentas, quién manda en mi lectura soy yo.
Tú decides lo que lees - y lo que no lees
Por mucho tiempo leí un libro a la vez - desde la primera página hasta la última. Aún cuando no me gustaba el libro, me forzaba al leerlo hasta el final. A lo mejor era yo quién no entendía el planteamiento. O quizás iba a mejorar más tarde. El resultado: me quedaba atascada en el libro. Como no me inspiraba, no lo leía. Y como no lo había terminado, tampoco podía empezar con otro libro. Mientras, la pila de libros pendientes iba creciendo.
Un día me di cuenta de lo absurdo que era este planteamiento. El libro no iba estar más o menos feliz, ni tampoco iba a herir los sentimientos del autor. La única persona perjudicada de darle vueltas a un libro sin poder avanzar era yo. Este fue el día que cerré un libro en la página 47 (de casi 300) y pasé al próximo.
¡Fue un alivio! Ahora, cuando no me gusta un libro, ya no siento la obligación de darle una segunda, tercera y cuarta oportunidad. Lo borro de mi kindle y paso al siguiente libro, sin rencor y sin remordimiento. Y muchas veces al siguiente libro lo puedo devorar nuevamente con la pasión que me inspira la lectura.
Leer no es un proceso cronológico, es un proceso personalizado y por lo tanto eres tú quién pone las reglas.
¿Lees todo el libro hasta el final? ¿Por qué? ¿Por qué no?