Fútbol. El deporte rey, el levantador de pasiones a todo lo largo y ancho de un país que muchas veces divide su población según el equipo al que siga, un país que emplea como vía de escape gritar arengas con toda su alma al once de turno, insulta o ensalza al entrenador y le señala a punta de garganta lo que tiene que hacer para conseguir la victoria mientras se toma unas cervezas con los amigos mirando la pantalla. Fútbol, la competencia que, en un país en crisis como este desde hace varios años, funciona como un bendito elemento catártico para que todos olvidemos los vaivenes de la vida. Sí señor.
Y aquí os estaréis preguntando si ahora me dio por escribir un post analizando la influencia social del fútbol en España. Pues no, no lo haré puesto que el tema no me interesa en absoluto. Lo que quiero contaros es que precisamente a propósito del fútbol -y de lo buena que soy acompañando a mi chico a verlo sin ningún interés- descubrí un restaurante con unos sabores interesantes.
Está en el barrio Salamanca y lo descubrimos por casualidad, a fuerza de pasar casi a diario por la calle Fernán González de camino al restaurante de mi novio. La verdad es que es un sitio que no llama la atención desde fuera al tener una fachada bastante cerrada, pero habíamos ido varias veces por la tarde a tomar café y vimos que tenían pantalla grande y una carta con platos peruanos.
Ese día era el partido Real Madrid-Barcelona, y él quería verlo. A mí me entusiasmaban las cañitas y la idea de probar de nuevo las papas a la huancaína que tanto me gustan.
El local se llenó de gente justo antes de comenzar el partido, aunque como siempre en estos casos unas mesas gritaban los goles mientras consumían bebida y comida y otras simplemente justificaban la ocupación del espacio con unas cervezas eternas -cuando trabajas en hostelería, sabes lo que eso fastidia al negocio-.
Nosotros estábamos en la barra y nos fuimos pidiendo varias raciones de platos típicos peruanos al tiempo que el atento camarero nos asesoraba (aunque igual tienen cocina española), la primera fue por supuesto las papas a la huancaína:
Me encanta la salsa, podría comerla todas las semanas. Luego nos pedimos un arroz chaufa, estaba riquísimo…
Y por último un saltado de ternera…
La carne tardó un poco más en salir porque el chef se esmeró en acompañarla de arroz blanco por petición nuestra. Las tres raciones estaban muy ricas, y el fútbol terminó con un 3-4 a favor del Barcelona. El restaurante se fue vaciando rápidamente, aunque también influía el hecho de ser un domingo. Al final él quedó contento con su fútbol y yo feliz de probar platos ricos que es una de las cosas que más me gustan.
Pensándolo bien, este post podría ubicarse también en un manual de relaciones de pareja…
Archivado en: Visitas