Existen, perdonen la obviedad, buenas y malas películas. Que una producción se estrene en verano no quiere decir que sea “ligerita”, que veamos una de terror no nos convierte en frikis, las de ciencia-ficción no se enmarcan exclusivamente en público joven, las románticas no son “pastelones para chicas” (de hecho, hay muchas sin edulcorante forzado, y referente a lo de las chicas, pues puede llegar a resultar hasta ofensivo en ambos géneros); todos estos clichés que la propia industria del montón se encarga de alimentar para vender sin quebrarse la cabeza incluyen el apelativo de “familiar” a las cintas de animación cuando en realidad quieren decir “para niños, que no son muy exigentes en lo que se refiere a guión”. Pues bien, esta segunda parte, al igual que su estupenda predecesora, es de verdad una película familiar, inteligente, original (aunque basada en obra literaria) y fresca que gustará a todos casi por igual y que deja bien alto el pabellón del género, una apuesta firme de Dreamworks por la calidad y el prestigio del sello.
Esta vez el planteamiento nos lleva a una situación idílica de equilibrio en la isla de los vikingos, donde los humanos y los dragones comparten territorio, ocio y afectos, todo gracias al empeño en la primera parte de los dos protagonistas, el muchacho inteligente y flacucho que se convirtió en poderoso jinete y de su ahora inseparable dragón negro que, por gestos, aspecto y costumbres, parece enteramente un gatito. Pero si todo fuera como una balsa de aceite eternamente no habría necesidad de continuaciones, y con esa premisa nos topamos con una nueva (y gran) amenaza que pondrá al asentamiento en pie de guerra, además de algún que otro misterio del pasado de algunos personajes de peso que se ve traumáticamente desvelado. Y no es lo único traumático en una cinta ligeramente más oscura y adulta, de acorde con la edad del muchacho, ahora unos años mayor (cómo pasa el tiempo, que diría aquel).
La solidez técnica, a veces sorprendente en su realismo, que se puede resumir en cualquiera de los vuelos draconianos con maravillosos paisajes de fondo, abusa “un pelín”, todo hay que decirlo, del recurso de apabullar al respetable dejando claro que cuando creías que habías visto al mastodonte definitivo, a modo de matrioskas, siempre hay un dragón mayor. Con todo, estamos ante una de las cintas del verano, y en lo que a su género se refiere, del año, y es así por méritos propios, por no querer vivir del merecido éxito de la primera entrega y no resignarse a hilvanar un refrito insoportable para engañar a los fans, como suele ocurrir a menudo con las secuelas, por ello sinónimo de “poner las barbas en remojo”.
No queda otra que aplaudir el trabajo de animadores, director (Dean DeBlois, también el guionista), músicos y productores, por lograr que, así sí, uno tenga ganas de ver una tercera parte de algo en el cine...
Dirección: Dean DeBlois. Título original: How to train your dragon 2. País: USA. Año: 2014. Duración: 103 min. Género: Animación, aventuras, comedia, fantástico. Doblaje original: Kristen Wiig, Gerard Butler, Jay Baruchel, Jonah Hill, Christopher Mintz-Plasse, Craig Ferguson, America Ferrera, Djimon Hounsou, Kit Harington. Guión: Dean DeBlois; basado en los libros de Cressida Cowell. Producción: Bonnie Arnold. Música: John Powell.