Revista En Femenino

¡Cómo está el servicio!

Por Mamaenalemania
Pusimos anuncios en todas las nubes, ofrecimos más del doble de la tarifa normal, seguro a todo riesgo, vacaciones pagadas...
Pocos fueron los valientes candidatos y, después de descartar a los que tenían antecedentes infernales y/o ninguna experiencia en Destroyers (si ignora la trayectoria estética del rubiales pinche aquí y aquí), sólo nos quedó uno.
Para ser sinceros, no era tan malo el angelote. Sí que es verdad que no tenía muy dominado el tema frente-cantos de las mesas o que no era muy rápido en manos-bitrocerámica, pero por lo demás estábamos bastante contentos.
Hasta esta mañana.
Nada más encender mi ordenador y justo cuando me disponía a empezar a ganar leuros, escucho a través del teléfono a la Rottenmeyer babeante vociferar frases inconexas llenas de palabras acojonamutters: Platzwunde! (Platz = explotar, wunde = herida, toma ya) Kopf! (cabeza) Nähen! (coser) Destroyercito!
Veloz como un rayo y sin despedirme de nadie, abandono mi puesto de eso-que-me-hará-libre y vuelo al lugar de los hechos.
Y allí me encuentro al cuñao en brazos de la de las babas (que por un rato laaaaargo fue la de las lágrimas), cantando el cura-cura-sana teutón y con unas gasas en lo que antes era un intacto, suave y precioso párpado derecho de bebé.
Al quitar la gasa, casi me da un síncope: Unos 3 cm. de largo y (así a ojo de Mutter histérica) los mismo de profundidad, llenos de sangre alemañola.
Advierto que el niño cantaba el cura sana con una alegría que ya quisiera para sí el Ratón de Susanita y que sólo frunció la boquita y soltó un par de lagrimones cuando vio a su madre al borde del colapso por-mi-hijo-ma-to.
Según me cuenta una compungida profesora, el angelito se encaprichó por sus hueven justo del puzle (de madera, natürlich) que estaba justo un par de baldas más allá de su cabeza y, por supuesto, justo justo debajo del tablero de ajedrez (también de madera, por si quedaba alguna duda). Y justo en un despiste de todos los adultos por tropecientos niños que hay, sacó el puzle en cuestión y el tablero de ajedrez, que (comprensiblemente) debía de estar aburrido cual ostra en una guardería, decidió acompañarle. Pero eso sí, por su cuenta y riesgo gravitacional.
Por si a alguien le interesa, el tablero ya no se encuentra entre nosotros. Pobre, no han podido hacer nada por él.
El párpado de Destroyer, en cambio, tiene una estupenda colección de tiritas de esas modernas que ponen ahora en vez de puntos. Y el tamaño de un huevo.
Una servidora, con el modo madre-coraje-ay-diosssss todavía on, se atrevió a preguntar en el hospital por algún calmante o loquesea para el dolor y fue mandada a la porren con un „¿Es para ud., no?“
Después de un día en casa observando detenidamente a la familia, me han dado ganas de volver al hospital a por ese calmante, porque asimilar que tu familia es más Adams que Müller requiere medicación: Los padres ojerosos, el recién estrenado bípedo con rizos como la momia (manos hacia alante y no uso de rodillas incluídos), Destroyer sin diente y sin párpado y el Mayor, que ahora le cuenta a todo el que entra que Jesús, en realidad, quería (que-rí-a) morir.

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