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Cómo gestionar la ansiedad y el estrés: un poco de calma

Por Lorena White @lorenagwhite

Soy una persona que se estresa fácilmente. Normalmente, tengo la capacidad de reaccionar bien bajo presión y de conseguir los objetivos que me marco, por mucho que el agobio inicial me haya empujado a pensar que no iba a ser capaz. Sin embargo, también tengo límites y cuando los niveles de estrés los rebasan, me siento encerrada, a punto de explotar y sin fuerzas para sacar nada adelante.

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Sobre el estrés y la ansiedad he aprendido mucho en mis diferentes trabajos. Cuando llegas nuevo a un trabajo, nadie te enseña a cómo sentirte cuando tienes responsabilidad sobre algo. Tampoco, sobre todo en las empresas grandes, hay alguien contigo para enseñarte paso a paso cómo debes proceder, o que esté ahí cuando te surjan dudas (o peor, cuando la cagues). Generalmente, y sobre todo para los jóvenes, nuestra vida laboral se basa en “búscate la vida y salva el marrón”. Así que es importante gestionar correctamente el estrés en este ámbito.

Si a esto, además, le sumas algún problema económico o familiar, las prisas que todos llevamos siempre, las ganas insaciables de querer abarcarlo todo, la sensación de que al día le faltan horas, las obligaciones, los compromisos innecesarios, la manía de hacer cosas que no nos gustan, las presiones sociales, la gente tóxica o los propios pensamientos negativos, tenemos un cóctel molotov que un buen día salta y al final, sólo te queda decir:

“Basta. No puedo más”

Sin embargo, tengo una buena noticia. No es necesario llegar a ese punto en el que todo explota por los aires y te quedas sin fuerzas para nada más que para sentarte en un rincón a esperar que la tormenta pase. Trabajar la calma que necesitamos todos para sobrevivir a la vorágine en la que, si nos dejamos, se puede convertir nuestra vida, también es cosa del día a día. Por eso hoy te traigo cosas que puedes empezar a incorporar a tu vida, para Conseguir un poco de calma en este mundo de locos:

1. Aprende a decir NO:

Te han invitado a un sitio al que no te apetece ir, con gente a la que no te apetece ver. Sin embargo, vas porque no quieres quedar mal con la persona que te ha invitado. El mismo caradura de siempre te pide que le hagas un favor, y te dice que te lo recompensará, aunque sabes de sobra que no va a hacerlo. La misma persona a la que le salvas el culo una y otra vez con tu esfuerzo y tu trabajo, te sigue exprimiendo y exprimiendo, en vez de darte las gracias, por lo menos. Vaya panorama, ¿verdad?

La solución está en ti. Aprende a decir que no, a marcar tus límites, a dibujar la línea entre lo que quieres y no quieres hacer, lo que te apetece y lo que no te apetece, lo que va con tu personalidad y con tus valores y lo que no. No hace falta crear situaciones incómodas, basta con hablar con honestidad y educación. Y sobre todo, no te sientas culpable.

2. Busca tu sitio (un espacio físico) de calma:

¿De pequeño tenías algún escondite secreto al que ibas siempre cuando hacías alguna trastada y tu madre te perseguía con la zapatilla? Ahí podías sentirte seguro, pasar horas haciendo mil y una cosas y te gustaba, porque te sentías protegido, como si nada ni nadie pudiera dañarte (ni siquiera la zapatilla voladora de tu madre). Bien. De adultos no es tan fácil encontrar ése escondite secreto. Probablemente, no sea ni un escondite, sino un espacio pequeño de nuestra casa o del exterior, en el que podemos sentirnos seguros y libres. Búscalo y pasa tiempo en él.

3. Identifica los motivos de tu ansiedad y evítalos:

Hay cosas que no podemos evitar, como por ejemplo, todas las tareas que hay por hacer en el trabajo y que son, a la vez, fuente de nuestro estrés. Pero quizá, una mejor organización, una lista de tareas pendientes o una buena administración del tiempo para ser más productivo y emplearlo mejor, puede subsanar ese motivo de estrés. En cuanto a otros factores como agobiarnos pensando en el dinero, algún problema familiar, sobrecarga de responsabilidad y nuestra propia baja autoestima echando barro sobre nosotros, recuerda: si puedes evitarlo, hazlo. Si no, ten siempre presente que es sólo una racha, y que después se pasará.

4. Identifica las cosas que te hace sentir mejor y disfrútalas más:

Saca algo de tiempo en el día para hacer cosas que te hagan sentirte bien. Todo el mundo tenemos una serie de aficiones o actividades que nos encantan y que quizá aparcamos por falta de tiempo o incluso por pereza. Pero lo mejor para estar contento con la vida es hacer cosas que nos mantengan contentos (y menos cosas de las que nos hacen daño).

5. Duerme y aliméntate bien:

Una buena rutina del sueño y una buena alimentación, son claves para gestionar el estrés y la ansiedad. La falta de cualquiera de los dos, puede hacer que nos sintamos más débiles, más desmotivados, cansados y sin fuerzas. En cambio, dormir las horas necesarias y comer bien, nos ayuda a sentirnos mejor y más enérgicos.

6. Escríbelo en un papel:

Desde siempre, escribir ha calmado cualquier rastro de ansiedad o estrés en mí. No tenía que escribir necesariamente sobre cómo me sentía, para empezar a sentirme aliviada, pero sí que recuerdo que, después de un mal día, más que meterme a la cama y dormirme hasta el día siguiente, mi mejor terapia era sentarme frente al ordenador y aporrear las teclas. Hay muchas razones por las que escribir puede ser toda una terapia, pero sin duda, la más grande, es que nos ayuda a tangibilizar nuestros pensamientos. Como dijo Jesús Fernández Santos: “Al escribir, proyectas un mundo a tu medida“.

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