Después de caer en la cuenta de que el chupete lleva abandonado en unas estantería desde hace dos o tres semanas, puedo decir sin miedo que hemos conseguido dejarlo. O más bien debería decir que el chupete nos ha dejado a nosotros, porque casi ni nos hemos enterado. Es curioso, pero este tema me daba miedo, creía que iba a ser una gestión mucho más complicada, con lloros y malas noches de por medio, trucos y estrategias creativas para deshacernos de él, pero no ha sido así. Se ha parecido, más bien, a aquel destete respetuoso en el que mi hijo decidió que ya no quería más pecho a los 15 meses.
Ahora ha sido el quien ya no veía necesario el chupete y por eso ni se ha acordado de él, ni nos hemos acordado nosotros. Duerme sin él por las noches y tampoco lo pide en sus momentos de lloros o después de caerse. Y la clave de ello ha sido simplemente algo tan fácil como dejar pasar el tiempo y darle confianza, sin negárselo a la fuerza en ningún momento.
Recuerdo que hace seis meses, en la revisión de los dos años, la pediatra nos aconsejó que le quitáramos el chupete ya, aduciendo problemas de dentición y de excesiva dependencia. Nos lo estuvimos pensando, pero sabíamos que no era el momento de hacerlo: sólo se dormía con su tete, se volvía muy loco cuando no lo encontrábamos y lo demandaba y lo usaba todo el tiempo para estar en casa. Leer este artículo de Maternidad Continuum me dio tranquilidad. No quise meterme en aquella batalla a la que no le veía sentido: mi hijo estaba verde y necesitaba más tiempo.
Un día, al ir a preparar un bizcocho juntos le dije que los cocineros siempre se lavan las manos y que nunca usan tete, por si se les cae a la cazuela. Y aquella tontería caló hondo en su cabecita de aficionado a la cocina y vi claramente que podía entender que había momentos para el chupete y momentos en los que no. A partir de entonces, empezamos a decirle que era sólo para casa y para el coche y se lo tomó muy bien.
Poco a poco, interiorizó que ya era mayor para llevar en la calle su tete, e incluso nos lo daba él sólo al llegar al ascensor. Asoció la idea de que era mayor para usarlo y así, poco a poco, él mismo fue dejándolo. Pero nunca le dijimos que estaba feo, que parecía un pequeñajo, o cosas de ese estilo. Simplemente lo llevamos con normalidad y le dábamos el valor que él le daba a su chupete.
Descubrimos que algunas noches podía dormirse sin él, así que a la hora de acostarlo, se lo dejaba cerca de la cama, para que él mismo lo cogiera si quería. Hasta ese momento no había caído en la cuenta de que siempre se lo daba yo, dando por sentado que lo quería. Hubo noches que lo cogía, otras lo rechazaba y otras simplemente se le olvidaba. Y si lo necesitaba algún rato en casa o en la calle, lo tenía. No se lo negamos porque quizá eso hubiera sido peor.
Hablamos del tema con las educadoras, para que no se lo ofrecieran durante la siesta, y lo llevó muy bien. Quizá eso haya sido más difícil, porque ve a otros niños que se duermen con su tete o lo tienen en clase, y se puede acordar de él, pero no ha vuelto a usarlo de manera continua por ese motivo. Si en algún momento ha estado más nervioso de lo normal, o muy triste y no se ha podido dormir, se lo han ofrecido, algo que me ha parecido bien. Lo importante es que no lo usa siempre porque sí, y que si puntualmente lo necesita, lo tiene. Me parecería una tontería negárselo, sabiendo que no va a volver a usarlo.
Al final, no ha hecho falta esconderlos o hacer un paripé, aunque ya que estamos en estas fechas estoy pensando si guardarlos hasta San Fermín para dárselos a los gigantes, como es tradición. Simplemente por cerrar el círculo y hacerle sentir orgulloso de ello.
¿CHUPETE SÍ O CHUPETE NO?
Creo que si mi hijo volviera a nacer, se lo ofrecería desde el principio: le ha hecho más bien que mal, sobre todo viendo que lo hemos dejado así de fácil. Cuando estaba embarazada decidí que no se lo iba a poner por si interfería en la lactancia, pero cuando conocí a mi niño en su pequeña incubadora, descubrí que ya se lo habían puesto sin consultárnoslo. No se lo quise quitar entonces y pensé que si en algo le consolaba, bienvenido era, ya que ni había estado conmigo en sus primeras horas de vida, ni podía ponérmelo al pecho por la medicación.
A pesar de ser un bebé prematuro y de bajo peso y de que estuvimos también con la lactancia en diferido (me extraía leche y la tomaba del biberón), consiguió engancharse al cumplir el mes correctamente a la teta. No tenía problemas para aceptar cualquier tetina (le daba igual caucho que silicona, aunque a mí me gusta más el caucho) y el pecho a la vez. En eso, salió todoterreno.
Próximo reto (y éste me temo que no va a ser así de fácil): operación pañal.
¿Cómo habéis conseguido dejar el chupete? ¿Sois pro o anti chupete?