En el ámbito doméstico, la seguridad en la preparación de los alimentos crudos gira en torno a dos ejes fundamentales: lavar y desinfectar la verdura y pelar la fruta (aunque también admite sólo el lavado). El objetivo es eliminar posibles restos de tierra, fitosanitarios, abonos, bacterias o virus e, incluso, insectos.
Aunque la corteza de algunas de ellas no se consuma, también debe lavarse. Es recomendable hacerlo cuando la pieza está entera, antes de partir, porque el proceso es mucho más sencillo y se previene que los patógenos se transfieran al interior.
Limpieza:
-Lavar bien con el agua del grifo. Si tienen una corteza firme, como los melones, se puede usar un cepillo especial, mientras que si son más suaves, como el tomate, se deben fregar con las manos para quitar posibles restos de tierra.
-Deben eliminarse las hojas externas, que puedan estar dañadas o en mal estado.
-Si frutas como manzanas o peras se van a consumir con piel, también debe limpiarse la superficie con agua.
-En el caso de frutas pequeñas (fresas o frambuesas), puede utilizarse un colador para escurrir el agua.
-Secar con un paño limpio o un papel de cocina.
-Si antes de manipular fruta o verdura se ha tocado carne, deben lavarse las manos y el resto de superficies y utensilios que hayan estado en contacto para evitar contaminaciones cruzadas (es la transmisión de microorganismos de un alimento contaminado, normalmente crudo, a otro que no lo estaba, normalmente ya cocinado).