Revista Coaching

Cómo lograr un cambio o mejora en tu vida

Por Alberto Barbero @albarbero

Manillar

“Lo que tenemos que aprender a hacer, lo aprendemos haciendo” (Aristóteles)

Alguien dijo que “la cabeza es redonda para que el pensamiento pueda cambiar de dirección”. Más allá de ser una imagen inspiradora, ¿es suficiente con que el pensamiento cambie de dirección?, ¿Es tan sencillo como eso cuando buscamos introducir algún cambio o mejora en nuestras vidas?

Te propongo un experimento que te hará pensar. Imagínate que te subes a una bicicleta rara, muy peculiar: para dominarla solo tienes que saber que cuando quieras ir a la derecha tienes que mover el manillar a la izquierda y viceversa. ¿Serías capaz de dominarla?

Allá por el minuto y medio de este video se enuncia algo que podríamos traducir como que “saber algo no es sinónimo de hacerlo o tenerlo bajo control“. Y yo diría que esta idea tan sencilla es una de las evidencias más olvidadas cuando intentamos introducir alguna mejora o algún cambio en nuestra vidas o en nuestras competencias.

Te parecerá evidente: nuestros hábitos determinan de una forma muy importante nuestras vidas.  Tanto que  las investigaciones indican que entre el 40 y el 90% de lo que hacemos son hábitos automáticos, una especie de “autopistas neuronales” que, tal y como explica Jerónimo Sánchez, se construyen con tres materias primas:

  • Un “Evento activador”
  • Una Rutina
  • Y una Recompensa

Recuerda por ejemplo, la forma más habitual de gestionar el mail (que no la más eficiente): el mail actúa como activador de tu rutina de consultarlo y obtienes la recompensa de leerlo… Cambiar las rutinas es una gran tarea ya que supone dejar de pasar por un camino muy fácil (la viejas conexiones entre neuronas que son como autopistas) y construir otro nuevo, algo que hacemos con años de práctica cuando decidimos aprender algo pero que en otros casos dejamos rápidamente cuando la mejora no aparece por arte de magia.

La práctica de “ir con la L”

¿Recuerdas cómo fue la primera vez que te sentaste ante el volante de un coche?… una palanca con varias marchas, tres pedales, tres espejos y otro buen montón de cosas a las que estar atento. Y sin embargo has llegado a conducir sin pensar. El proceso fue largo y llevaste durante mucho tiempo una “L” … ¿por qué pretendemos entonces que nuestras mejoras en otras competencias profesionales tengan lugar sin práctica y sin llevar una “L”? Conducir sí pero.. ¿Y conducir tu vida?

Me llama la atención cómo van pasando los años y la mayoría de las personas evolucionan con mucha dificultad en lo que se refiere al desarrollo de sus “competencias blandas” profesionales. Así, por ejemplo, muchas personas conocen muy bien lo que dicen las teorías y los modelos de liderazgo pero, sin embargo, demuestran una gran resistencia a cambiar sus viejos comportamientos por otros más productivos. El día a día, lleno de otras prioridades y más trabajo que tiempo, hace fácil que nos centremos en las tareas de nuestra agenda y difícil que encontremos un espacio para el cambio y el desarrollo.

Decía Aristóteles que “Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto sino un hábito”. En la misma línea va esta cita de Reade: “Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino”. Nos hablan de que somos el resultado de nuestros esfuerzos sostenidos, no solo de nuestros deseos o de ese falso positivismo ingenuo que hoy se lleva tanto. Los sueños por sí solos no cambian el mundo, querer a veces no es poder y la ilusión, la intuición, la creatividad y la brillantez no suelen ser suficientes casi nunca para lograr objetivos o tener resultados.

“Cada vez que quieres algo nuevo en tu vida, debes crear el espacio necesario para incorporarlo” (T. Miedaner)

Incidimos en nuestra vida en función de las cosas en las que ponemos nuestra atención. Así pues, y para poder “competir” con las múltiples llamadas a la acción del día a día, deberíamos traducir ese cambio o mejora que buscamos a algo muy concreto. Una forma de hacerlo es identificando un “activador” (algo que te salte a la vista a modo de anotación) y poniendo en marcha una rutina (que podrías “calendarizar”). Y si quieres seguir esta línea, quizás puedas encontrar otras pistas en este post sobre el cambio de hábitos.


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