Cierra tus ojos y concéntrate en el sonido más bajo que puedas escuchar en el lugar donde te encuentras o centra tu atención en un objeto cualquiera…
Segundos después, observa tu respiración y comprobarás que, de forma inconsciente, cuanto más te concentras, la respiración se hace más lenta o incluso se detiene…
… O, también es cierto lo inverso: si aquietas la respiración, controlas la mente… si la aceleras, la disparas.
Sigue probando, si quieres, con esto:
Existe una relación directa entre la mente, la respiración, el ritmo cardiaco y los estados emocionales. Del mismo modo que un estado emocional alterado -como por ejemplo el del stress- produce una aceleración del pulso y de la respiración, el proceso también acontece a la inversa.
Aprender a respirar adecuadamente implica capacitarnos para poder manejar el sistema nervioso autónomo, para regular el funcionamiento de nuestro cuerpo y para gestionar mejor y más proactivamente nuestras reacciones. En resumen, además de salud y equilibrio personal, puede implicar eficacia interpersonal.
¿Cuántos segundos te dura una inspiración en un “momento normal” de tu día a día?, ¿y una expiración?, ¿Sabes respirar abdominalmente?, ¿Lo haces todos los días?
Quizás merezca la pena volver a aprender lo que ya sabíamos de niños y hemos olvidado… y para empezar puede valer con observar cómo respiramos y modificar el ritmo de respiración en función del estado emocional que queramos alcanzar.