Artículo Narrativo No.014 –28 de marzo de 2023
Por Kominsky*
Twitter: @kominskysufi Instagram: @kominski_snm
En la frontera entre Polonia y Ucrania, el periodista argentino Nelson Castro sentado frente a un piano de 150 kilos con un símbolo de paz en su armadura, ejecutaba una pieza clásica del músico alemán Sharwenka, rodeado por momentos de colegas y curiosos transeúntes que deambulaban por calles de tierra en ese punto del mapa. A pocos kilómetros de distancia, historias de éxodo y su contraparte de permanencia, jóvenes que empuñan fusiles y veteranos que los encabezan, voces que se animan al relato y otras que prefieren el silencio.
Música para acallar las bombas. Una imagen por demás disruptiva, que integraba humanidad donde tantos otros dudaban si la encontrarían o mejor dicho existiría.
Notoriamente se trataba de un hecho periodístico.
En aquella mañana de trabajo en redacción, fue mi colega Montecristo el que sembró la intriga a esa fijación por las historias cuando apagando su décimo cigarro del día murmuró:
“La valentía del arte en la guerra, espero que esta vez el músico pueda volver a su país con ambos brazos”.
¿De que hablaba Montecristo? ¿A qué se refería?
Su explicación unía un hecho del presente con una historia del pasado, o viceversa. Un pianista que va a la guerra y allí pierde un brazo.
El musico en cuestión era Edward Ross Balchowsky, un pianista y poeta americano de orígenes judíos que en el año 1937 se enrolo a las Brigadas Internacionales en defensa del bando republicano en la guerra civil española del Ebro. Ese era el “dato duro”, pero debajo de esta premisa había un cúmulo de aristas y datos que hacían de este personaje un ser cautivante.
No solo se trataba de un músico, poeta y veterano de guerra, sino también de un pintor, héroe – anti héroe, marginal, yonqui bebedor, drogadicto y atrapante narrador de historias.
La investigación como proceso intelectual y experimental, se alimentaba con documentos de época, bibliotecas, archivos y análisis. Pero en definitiva lo que logró insertar en las entrañas de Balchowsky fue el libro publicado en 2022 por el escritor catalán Toni Orensanz, “¿Cómo perdiste el brazo Balchowsky?”.
Un relato profuso en información, testimonios, entrevistas y una semblanza rigurosa sustentada en 3 largos años de perseguir pistas y juntar las piezas del rompecabezas.
Pactamos una entrevista donde más allá del personaje de su libro, el proceso de creación era una historia en sí.
No es un libro convencional en lo que a periodismo narrativo se refiere, y de eso se encarga precisamente el autor al explicar que “no era el artilugio tradicional el que necesitaba, el de abordar la historia como una secuencia natural desde su nacimiento y atravesar las diferentes etapas de su vida, él era un narrador y como tal nunca hubiese contado las cosas desde ese lugar, y por mi lado, la historia no me pedía abordarla de manera lineal”.
Al momento de indagar sobre las motivaciones de Balchowsy por unirse a las brigadas, la singularidad del hecho, ya que no existía una conexión evidente hacia la causa (no se trataba de su lucha), quedaba el aspecto político-ideológico al cual el autor también da por descontado puntualizando que “hay una corriente histórica apoyada en las versiones stalinistas o franquistas que afirmaban que los brigadistas formaban parte de los movimientos simpatizantes de la dictadura del proletariado, nada más lejano a su realidad, Balchowsky era un artista con ganas de vivir, con sensibilidad social, un hombre libre e imprevisible regido por el concepto de la libertad mayúscula y a la vez esa idea de no tener idea de lo que era una guerra”.
Entra a España a través de la frontera con Francia y se une al batallón británico de las brigadas, que visto en perspectiva “era la facción de mayor actividad cultural” y así queda registrado en los audios de la entrevista que le hiciera el historiador
Studs Terkel en el año ‘70, donde inclusive se puede escuchar al veterano de guerra entonando canciones en español, acompañado por su instrumento.
Tocaban el piano, pintaban, hacían obras de teatro, encuentros literarios, donde hubiera arte y cultura allí estaba, “porque en definitiva era su naturaleza, le interesaban más las ráfagas de corcheas que las ráfagas de ametralladoras”, señala Orensanz.
En el discurrir del tiempo, sus actividades van mutando hacia labores de mayor compromiso, menos culturales y más tácticas en lo que a combate se refiere. Ya habían cruzado el Ebro y en una de esas jornadas de reconocimiento, en aquel amanecer de 1938, tras recibir órdenes de ir en busca de café y pan para sus compañeros de la cuarta compañía, “se desató el fuego enemigo con una furia indecible” cuenta Orensanz. En un movimiento entre instintivo y de supervivencia, Balchowsky se arrojó al piso, tomó sus binoculares en un intento urgente por determinar de dónde provenía el ataque, pero no hubo tiempo siquiera de colocar el artefacto en posición de observador,” una bala explosiva impactó en su brazo derecho y antes de sentir dolor experimentó un tremendo aturdimiento”. Precisamente acerca de este traumático episodio, el libro transcribe una entrevista de 1973 concedida por Balchowsky al periodista Roger Ebert donde relata, “No sientes dolor. Simplemente percibes una especie de vibración, un zumbido metálico, como si fueras una lámina de acero y te hubiese golpeado una barra de hierro”. En otras entrevistas se encargaría de profundizar acerca de las peripecias posteriores y la resignación a una amputación inevitable producto de una gangrena gaseosa.
De allí, saltamos a su regreso a Estados Unidos, a la figura del derrotado, del pianista de un solo brazo, del creativo contador de historias y el hombre de mil batallas, pero esta vez en la vida civil.
Sobre este período Orensanz destaca la avidez en los amigos de Balchowsky por contar, hablar, dar testimonio acerca de su compañero, “la gente quería hablar de Balchowsky, les gustaba rememorar y desandar los pasos de aquel entrañable personaje”.
Por este detalle, fluyó muy natural el ejercicio coral desarrollado en el libro, sumando investigación apoyada en documentos de la Chicago History Museum y el hallazgo de entrevistas al propio personaje fundamentalmente en el año 1973.
En ese año, Balchowsky recibe una atención particular, donde músicos como Jimmy Buffet (“He went to Paris”) y Utah Phillips (“Eddie’s Song”) editan canciones dedicadas al personaje, y la banda de blues eléctrico edita su disco “953 West” con un dibujo hecho por él para su portada.
Balchowsky acumuló muchas vidas, y si hurgamos en cada una de ellas podremos encontrar distintos personajes encerrados en uno, socialmente influyó en muchos y fue influido por otros tantos, fue padre ausente y recuperó el rol en otra etapa de su vida, estuvo preso, contribuyó a que un condenado fuera exonerado del corredor de la muerte, ofreció conciertos de piano, fue okupa, devoto de la filosofía oriental, editor de una revista de vanguardia, frecuentó la bohemia, volvió a España con sus compañeros de lucha, vivió y finalmente murió arrollado por un tren.
El libro acoge un caudal prodigioso en información, narrativa ágil que va construyendo en voz propia y el recurso del testimonio, los momentos que atraviesa un veterano de guerra al intentar insertarse en una sociedad que ya no será aquella que dejaron y probablemente por la que han vuelto.
*Kominsky, nacido en Uruguay lector, articulista y narrador de raíces profundas en lo etérico. Ecléctico como pocos, comparte su punto de vista con nuestros contenidos.
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