A veces la vida le da a una, una hostia con la mano abierta. Y consigue sacudirle toda la autocomplacencia y la estupidez de una sola vez. Y, entonces, a pesar de todo una cae en la cuenta de que no tiene derecho a quejarse de su pequeña vida, pluscuamperfecta y ordenada. Ningún derecho en absoluto. Puede parecer #postureo pero no lo es: adora su trabajo porque todos los días puede aprender lecciones. Vitales. Cuando menos se lo espera. Les habla de la iniciativa de “¿Cómo quieres vivir?”. Una empresa fundada por Jose y por Juan gracias al apoyo de Social Nest, una incubadora de empresas que impulsa proyectos sociales.
La empresa de Jose y Juan trata de ayudar a otras personas dependientes –o con diversidad funcional- a elegir cómo quieren vivir. A elegir. A veces a ella se le olvida como buena bípeda rubia que en eso radica la libertad: en elegir. Lo aprendió a las malas en la última etapa de la enfermedad degenerativa de su padre que lo encadenó a una silla y a un respirador.
Juan, con una lucidez indescriptible, le comentaba que las autoridades ni siquiera se plantean la posibilidad de que una persona dependiente pueda pensar siquiera en independizarse. Por la falta de ayudas –sumada a la inoperancia y desconocimiento de su realidad- les condenan no sólo a vivir en una residencia o con familiares sino a ser menores de edad eternamente. Pero la lección no sólo vino de aquellos tíos motorizados, con un humor negro sonrojante y delicioso, también de su mentor. El típico corbatitas con carrazo rojo que se le atragantó al minuto uno. Ya ven, además de bienintencionada y paternalista, tiene demasiados prejuicios.
Después resultó que Andrés, aquel tipo políglota y viajado, cedía los escasos minutos de su tiempo al proyecto porque se había enamorado de la idea, a cambio del retorno emocional. Se marchó a su casa totalmente vapuleada. A veces no sabe qué está haciendo exactamente con su vida. Afortunadamente hay gente como Jose, Juan y Andrés que sí.