Hoy en día los niños juegan cada vez más a juegos estructurados en los que suele haber una pantalla de por medio.
Muchos niños (y a medida que crecen es mucho peor) están siendo alimentados a base de una dieta de ipads y pantallas en todas las formas y tamaños, todos los días, varias horas, sin excepción.
No es que quiera exponer las razones por las que en casa no vemos televisión (está reducida a la mínima expresión con alguna película de animación esporádica), ni jugamos con el Ipad, hay artículos muy completos y rigurosos que hablan de ello, sino que quiero hacer hincapié en la importancia del juego no estructurado, del juego no programado, espontáneo, el que les sale de dentro y el que les permite crecer. Y en cómo facilitarlo.
¿Por qué es tan importante el juego no estructurado?
Porque a través del juego no estructurado, la imaginación y la creatividad pueden realmente desarrollarse.
Todos los niños son pensamiento creativo puro y tienen la capacidad de guiar su propio juego.
Me encanta lo que dice Joseph Chilton Pearce en su libro “Niño mágico”, cuando escribe:
Para el niño, el tiempo es siempre ahora; el lugar, aquí; la acción, yo. El niño no tiene la capacidad para atender a nociones adultas como mundo de fantasía y mundo real. Él sabe que sólo hay un mundo, el cual es muy real y con el que juega. El niño no está jugando en la vida. El juego es la vida.
Por eso nuestra labor (especialmente el primer septenio de vida) es eliminar todo lo que obstaculice este pensamiento puro y mantenerlos lo más conectados posible a lo que es verdadero y bueno en su entorno.
Además, este juego libre, no dirigido, sin reglas, es valiosísimo para el desarrollo social y emocional del niño/a.
Y es así porque es un juego que te conecta, con la naturaleza, con los ritmos naturales, con los ritmos propios, con los demás, con uno mismo.
¿Pero cómo facilitarlo o recuperarlo cuando ya es escaso? 3 premisas básicas…
(1) Materiales de juego naturales y sin instrucciones
A veces he hablado de juguetes verdaderos, me gusta esa forma de definirlos, pero en realidad lo más importante es facilitar al niño recursos y posibilidades para acceder a materiales naturales, no muchos, y que no sean muy concretos, sino que tengan formas arcaicas, primitivas.
Porque cuanto menos definido es un juguete, mayor es su valor educativo, al dar vida a la imaginación del niño/a.
Una imagen de un videojuego no es que sea mala en sí misma, pero no permite que el niño haga sus propias creaciones y representaciones mentales, ¡lo recibe todo hecho! No puede aportar nada.
Esto es muy limitador, no solo porque no alimenta la imaginación, sino porque también ¡la frena!
En cambio, unos simples troncos de madera, unas telas, y unos muñequitos sin rostro ni detalles pueden provocar un juego imaginativo muy rico.
Y es ahí, cuando los niños nos sorprenden creando sus propios mini mundos, con sus propias reglas, y dirigiendo en todo momento la acción y el movimiento.
Puedes preguntarte… ¿por qué es tan importante desarrollar la creatividad y la imaginación, acaso todos queremos tener un hijo/a artista o diseñador?
No, no se trata de eso, se trata de que entendamos que el juego es un ensayo de vida para el niño/a, el hecho de manipular, tocar los materiales, acabar de definir con su imaginación las formas y detalles e integrarlo en un mini mundo que le sale de dentro, provoca que neurológicamente se formen muchas nuevas conexiones en su cerebro.
Todas las conexiones y circuitos neuronales que se crean en la infancia (época de una gran plasticidad neuronal, irrepetible en la vida), son vitales para el posterior desarrollo como adultos. Pues son los que determinan de alguna manera nuestra forma de afrontar las situaciones de la vida, cómo resolver los conflictos, de buscar soluciones creativas, nuestra resiliencia, nuestras habilidades sociales, y por supuesto alimenta nuestras fuerzas intelectuales.
Está más que demostrado que los niños que juegan mucho tiempo de manera libre obtienen mejores resultados académicos de forma estadísticamente significativa.
(2) La importancia del color
Ya sabes que últimamente he estado investigando bastante sobre el color y los niños, y algo que me ha quedado muy grabado es que los niños necesitan que les ofrezcamos color, pero un color de calidad.
El color vive en el alma del niño/a, y es preciso ofrecerles colores bellos, gamas cromáticas armónicas, no trozos inconexos de color.
Un buen ejemplo que podemos ofrecerles es la gama del arcoíris, que impacta directamente en su espectro emocional.
Por eso un material bellísimo que recomiendo siempre es el arcoíris de madera Waldorf o similar.
Se ha escrito y hablado mucho sobre este arcoíris (yo misma aquí o aquí), y con razón, porque además de ofrecerles color, es tan versátil… Los niños pueden apilar sus partes, ordenarlas, utilizarlas para construir, o integrarlas en su juego simbólico, como valla para animales, como túnel para vehículos, como casita para los enanitos y muñequitos, o construir esculturas sorprendentes.
Este tipo de juguete el niño siempre lo integrará en su juego con mucha fantasía, ya que lo puede combinar con otros materiales, como los bloques de madera natural, tan fáciles de conseguir y tan ricos para el juego.
Y es que tú misma/o puedes fabricarlos de forma casera aprovechando alguna rama de poda de árboles cercanos.
A veces solo hace falta estar atento a cuándo hacen la poda en los árboles del barrio y aprovechar algunas de esas ramas. ¡Y tener a mano un buen serrucho!
Otro material muy interesante que ofrece todos los colores del arcoíris y que hace poquito que me he enterado que es best seller en Europa por su relación calidad precio es el Mosaico Arco Iris de Grimm’s. Unos cuadrados de color que ofrecen infinitas posibilidades en el juego.
El juego no estructurado al aire libre ¡mejor!
La naturaleza nos invita a que juguemos. Es importante fomentar el juego diario en el exterior, en el parque, en el patio de casa o en la terraza…
Un viejo dicho escandinavo dice “no hay mal tiempo, solo ropa inadecuada”, y no es casualidad que en las escuelas Waldorf de todo el mundo se salga a jugar al exterior todos los días, haga el tiempo que haga, porque cualquier circunstancia (sol, viento, lluvia, nieve…) brinda sensaciones y experiencias de aprendizaje muy valiosas.
Además, un dato interesante es que la neurociencia ha demostrado que no hay nada que estimule y resuene con más fuerza en el hemisferio derecho del cerebro (el hemisferio donde tenemos nuestro potencial imaginativo y creativo) como la naturaleza, pues nos mantiene en un estado óptimo hacia el aprendizaje, ya que nos equilibra, nos conecta, nos motiva y nos anima a explorar. ¡Es absolutamente necesario que los niños jueguen fuera cada día!
Para ilustrar este artículo he utilizado fotos de los sets de juego no estructurado que hemos incorporado a nuestro Atelier en la sección Construir y Crear. Alguno muy recientes como el set Nins del Bosc de Grapat o el nuevo set de juego Océano.
Todos son materiales naturales de gran calidad y están muy pensados para alimentar el juego creativo e imaginativo durante muchos años. Están inspirados en la pedagogía Waldorf e incluyen para mí los 4 básicos:
- Bloques de madera natural
- Piezas con color como el arcoíris, el mosaico o los bloques de fantasía
- Muñecos sencillos sin detalles.
- Telas de juego
(Si te interesa puedes echar un vistazo, aquí).
Los niños que se acostumbran a jugar con todo esto, no solo no se aburrirán nunca, sino que están alimentando su juego verdadero.
Y ahora cuéntame:
¿A qué les gusta jugar a tus hijos/as?
¿Qué tipos de materiales les atraen?
¿Quieres cambiar la dinámica del juego en casa? ¿Cuáles crees que son los obstáculos que te lo impiden?
Me encantará comentarlo contigo…
AguamarinaDe la fantasía real a la pseudofantasía 3D existe la misma distancia que hay de la fresa al caramelo con sabor a fresa. Dr. Camilo Botero