Las formas clínicas en que puede evolucionar la artritis reumatoide son las de curso remitente, intermitente y progresivo, siendo más frecuente la intermitente, alternándose brotes de exacerbación sintomática y períodos de relativa calma o incluso de ausencia completa de síntomas, pero también un brote puede significar la aparición de alguna complicación o la necesidad de cambiar pautas en el tratamiento.
Se puede sospechar un nueva crisis de la enfermedad cuando aparecen gran variedad de síntomas y signos como la presencia o aumento del dolor en varias articulaciones a la vez, el incremento de la inflamación en una o más articulaciones, el aumento en la duración de la rigidez matutina, la aparición o incremento de la sensación de cansancio, la fatiga, el malestar general e incluso elevación de la temperatura corporal que generalmente no pasa de 38 °C o la aparición de alguna manifestación clínica de otro órgano como por ejemplo la anemia, alguna lesión en la piel como los nódulos reumatoides, la falta de aire u otros síntomas.
Ante estos síntomas se debe acudir lo antes posible al médico reumatólogo para ser evaluado e iniciar el tratamiento oportuno que evite la discapacidad generada por esta enfermedad y perder calidad de vida.
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