Virginia Satir, en su libro Relaciones humanas en el núcleo familiar, comienza con un pequeño test para determinar si una familia es sana o no. Son tres las preguntas sencillas que se hace esta magistral terapeuta de familia:
- ¿Estás satisfecho con tu vida familiar en la actualidad?
- ¿Sientes que vives entre amigos, entre personas que quieres y en quienes confías, y que te quieren y confían en ti?
- Y por último, ¿es divertido y estimulante formar parte de tu familia?
2.- Dialogar casi siempre va unido a negociar
El diálogo es una manera de expresar una “escucha atenta”. Dialogar y negociar casi siempre van unidos: hay que renunciar a algo para que los demás ofrezcan algo a cambio. Este axioma se ve claramente en el diálogo con el adolescente: éste puede aceptar nuestras condiciones (horario, forma de vestir, etc.) siempre que compruebe que ha ‘vencido’ en algo.3.- Saber adaptarse a las nuevas situaciones familiares
La familia como tal es una unidad dinámica y cambiante por esencia: salen y entran nuevos miembros, crecen unos, otros envejecen, etc. La familia, pues, es esencialmente cambio y, por lo tanto, todos sus miembros (padre e hijos) deberán hacer un esfuerzo para adaptarse a las nuevas situaciones. Precisamente los conflictos generacionales, entre otros, se producen por la tendencia de algunas familias a permanecer ancladas en el pasado: contemplar a los hijos como eternos bebés, o a los padres como la reencarnación de superman. Ambas posturas en nada contribuyen para conseguir una familia feliz.
4.- Admitir las limitaciones de los miembros de la familia
Tanto los padres, como los hijos, deberán aceptar a los demás según sus posibilidades reales y no exigirles como una forma de satisfacer deseos o sueños no realizados. En muchas ocasiones, la confrontación en la familia se produce precisamente por poner el listón demasiado alto, o bien, demasiado bajo. Son los padres que, al margen del hijo, se han imaginado un futuro determinado de éste; o bien, los hijos que no desean ver las deficiencias de los padres y siguen adorándolos como a auténticos dioses.Una de las consecuencias de esta actitud es que los padres acepten las posibilidades y limitaciones de su hijo. No lo comparen ni con el vecino, ni con el primo, ni con otro hermano, ni siquiera se pongan ellos como modelos. Comentarios como: “mira que buenas notas ha sacado tu hermano…”, o “yo a tu edad estudiaba y trabajaba”, están completamente abolidos. No importa lo que logren los demás. Lo importante es que cada uno desarrolle al máximo sus potencialidades. Ese es el verdadero éxito. Y en ello pone su empeño una “familia sana”; a cada uno se le exige y se le premia según su propio esfuerzo, no por los premios conseguidos.5.- Generar un clima de amor y seguridad
El verdadero amor consiste en valorar al otro por lo que es, no por lo que tiene o consigue. Una familia feliz, que camina hacia la felicidad, será aquella que cree un clima en el que cada uno de sus miembros sienta verdaderamente lo siguiente: “Soy valioso para los míos”. Pero además, el amor debe estar protegido por un aliento de seguridad, que se fomenta desde una información adecuada y que, incluso, permita la expresión de sentimientos negativos (como reconocer los propios errores, etc.). De esta forma la familia irá construyendo su bienestar, su propio proyecto de felicidad y estaremos ayudando a nuestros hijos a crecer con una buena salud emocional. Es una tarea ardua, pero no imposible.La familia nutridora (sana), en definitiva, nos dice Virginia Satir, se caracteriza porque sus miembros tienen una autoestima alta, la comunicación es directa, clara, específica y sincera, las normas son flexibles y se acomodan a la propia evolución de la familia y, por último, mantiene un vínculo abierto y confiado con la sociedad que le rodea. Toda familia que cumpla estas características será una familia sana.http://elmundotlp.blogspot.com/es