
Considerada por muchos como la mejor película, El padrino es una cinta mítica, que en su momento llegó a ser la más taquillera de la historia. No la comento por los valores que refleja, sino por el trabajo de su producción, que no fue nada fácil y que salió adelante solo gracias al empeño, el buen hacer y la audacia de sus creadores. De ese empeño trata este nuevo artículo.
Todo empezó con una gran paradoja. El equipo de producción –con Marlon Brando a la cabeza– estaba convencido de que esta cinta iba a suponer un mazazo definitivo a la mafia norteamericana. Sin embargo, el productor Albert S. Ruddy tuvo que reunirse con el jefe de la camorra neoyorquina, Anthony Columbo, para garantizar que el filme podría rodarse en esa ciudad sin peligro de sabotaje por parte de las familias de delincuentes. A cambio, Ruddy se comprometió a que las palabras «Mafia» o «Cosa Nostra» no aparecieran en los diálogos del filme.
Como es sabido, la película comenzó siendo un libro que se vendió muy bien. Su autor, Mario Puzo, que no había destacado en sus dos primeras novelas, se había propuesto escribir «un espléndido best-seller sobre la mafia». Y, en efecto, El Padrino no sólo le sacó de apuros, sino que batió todo tipo de récords de venta en menos de un año: 500.000 ejemplares en tapa dura y más de diez millones en ediciones populares.

Esa sensibilidad trajo problemas en un principio. Coppola quería que fuera Lawrence Olivier quien hiciera el papel principal de Don Corleone; y lo mismo la Paramount, que no quería saber nada con un actor tan problemático como Brando; pero Mario Puzo, que escribió el guion, y el propio Coppola se empeñaron y consiguieron que fuera éste el elegido.
Y realmente fue una sabia elección. Marlon Brando se hizo al personaje a las mil maravillas, aparentando tener casi 70 años cuando sólo contaba 47. Y lo hizo sin ningún acercamiento previo al personaje, casi sin aprenderse el guion, para que la puesta en escena moviera sus reacciones y sentimientos. Incluso esa voz cascada tan característica fue un hallazgo no previsto: la copió de un verdadero jefe de la mafia, Frank Costello, con quien se entrevistó unos días antes de empezar la producción. Todo esto le confirió una aureola de prestigio entre el casting, mucho más joven que él y propenso a adorarle.
El rodaje comenzó una semana antes de lo previsto, porque los pronósticos metereológicos anunciaban nevada para los primeros días de marzo de 1971. Para filmar las escenas de la víspera de Navidad en los almacenes Best de la 5ª Avenida, Coppola preparó con adelanto a todo su equipo; pero la nieve no llegó, y tuvieron que poner en marcha las máquinas de efectos especiales. Como el público no estaba avisado, ese día se creó una gran confusión por los coches de época; pero los más sorprendidos fueron algunos viandantes madrugadores que quisieron entrar en Best a la mañana siguiente: en los exteriores todavía figuraban los precios de los productos de… ¡1945!

