¿CÓMO SE PUEDE VIVIR SIN AREQUIPA?
He vuelto de nuevo a Arequipa. He sentido tanto gozo al recrear mi vista con sus nevados, con la campiña, con el Chili, especialmente al amanecer, desde el Puente Fierro, la caricia de sus rayos solares, la reciedumbre y belleza de sus monumentos, que me decía: “¿Es posible que pueda vivir sin mi patria adoptiva?” Y le daba gracias a Dios por los cinco años vividos día a día en la Blanca Ciudad.
Estoy participando en el Congreso Histórico Teológico Pastoral y he podido compartir con los cerca de dos mil asistentes mi investigación sobre el Siervo de Dios Monseñor Emilio Lissón. V. García Calderón cuando lo conoció en París con motivo del homenaje al Almirante Petit Thouars lo calificó como el “otro Toribio” “No me basta amar a Dios si mi prójimo no le ama”. Tal fue la divisa de Monseñor Emilio Lissón, grabada en la lápida donde reposan sus restos en la Catedral de Lima, desde el 24 de julio de 1961. Pues sí, un arequipeño para quitarse el sombrero.
Y el día 16, Virgen del Carmen, acudí a la misa mañanera de 6 al Monasterio de Santa Teresa. Espectacular por lo bien adornado del retablo, por las canciones de las Carmelitas, por el Padre Alberto que ofició. Y qué decir del Museo de primer nivel dirigido tan sabiamente por Franz Grupp.
Y no puedo por menos de compartirles el bello texto de la novelista María Nieves y Bustamante en el prólogo-presentación de su obra Jorge o el Hijo del Pueblo –donde Arequipa se presenta como una ciudad con "denominación de origen", con identidad bien definida:
"Tal es Arequipa, la ciudad mística y guerrera, poética y religiosa [...] en todo ofrece los contrastes más sorprendentes; pero resueltos en una armonía superior y grandiosa. Es risueña su campiña; pero amenazante el cráter de su volcán; es benigno su clima, pero son espantosos sus terremotos; y mientras el cielo le sonríe dulcemente, braman en las entrañas de su suelo mil ríos de líquida lava en la lid; y la que corre al pie de los altares humillada y penitente cuando siente sobre sí el brazo de la Justicia Divina.
Ella tiene la fiereza del león y la dulzura de la paloma. Aquí se siente el bélico sonido del clarín, la descarga atronadora del cañón, la violenta sacudida del terremoto; y aquí turba el silencio apacible de la noche de la dulcísima melodía de la flauta, la tristísima cuerda de la guitarra y el doloroso o apasionado canto de todo el que sufre o ama. Esta es la patria de Bolognesi, el héroe mártir de Arica; y aquí se meció la cuna de Melgar, el poeta de la pasión y del dolor. Todo es extraordinario, elevado y misterioso; pero todo tiene un encanto: la Poesía; todo lleva un sello: ¡la Grandeza!"
¡Gracias, Arequipa, por ser tú!
(Nota preparada para el periódico arequipeño dirigido por Manuel Ugarte: ENCUENTRO http://issuu.com/periodicoencuentro/)