Seguro que muchas veces has escuchado (o has dicho) frases como: “yo es que soy muy sincero”, “lo que pienso, lo digo”, “digo la verdad a la cara”, “que le duela a quien le duela”, “yo siempre con la verdad por delante”…
Pelea de gallos. Mosaico romano.
Normalmente, cuando actuamos de esta manera, después de una explosión de “sinceridad” nos sentimos mal pudiendo recibir el rechazo de la persona con la que estamos hablando.
Pero, cuando actuamos así, ¿estamos transmitiendo adecuadamente lo que queremos decir?, ¿merece la pena comportarse así? Realmente podemos ser Sinceros (con mayúsculas) de una manera menos agresiva.
- Respeta y acepta la diferencia
Cuando queremos decir lo que pensamos, tenemos que tener en cuenta las diferencias tanto en ideas como en sentimientos respecto a los demás. Si con nuestra “sinceridad” estamos atacando valores emocionales básicos de la otra persona, esta se puede sentir agredida.
Esta agresión puede provocar tanto la huida como un nuevo ataque por parte de la persona atacada, con lo que el objetivo de la comunicación no se consigue.
- Asertividad
Normalmente, cuando queremos ser “sinceros”, utilizamos un estilo de comunicación agresivo, con el que queremos imponer nuestra opinión. Este estilo puede usar la violencia verbal, la intolerancia y la coacción.
Una comunicación más efectiva se consigue con un estilo asertivo, con el que informamos sobre nuestro punto de vista y cómo nos sentimos con respeto y sin agresividad.
- Empatiza
Una buena forma de decir lo que pensamos es teniendo en cuenta los sentimientos que podemos provocar con nuestra manera de expresarnos. Si sabemos que vamos a generar malestar, nuestro mensaje no va a llegar al interlocutor.
En cambio, si somos conscientes de cómo puede afectar lo que vamos a decir, podemos modularlo y hacer así que llegue correctamente.
- Evalúa las consecuencias
Cuando evaluamos las consecuencias de lo que vamos a decir con nuestra “sinceridad”, podemos ser conscientes del posible daño que podemos ejercer tanto en la otra persona como sobre nosotros.
Una evaluación crítica nos posibilita ir haciendo variaciones en nuestra manera de expresarnos y así poder ser más efectivos con nuestra comunicación.
- Control de la impulsividad
Esta evaluación de las consecuencias es una buena técnica de no caer en la impulsividad. Es decir, evitar actuar de una manera no reflexiva que después nos haga arrepentirnos de haber dicho (siendo “sinceros”) lo que no queríamos decir.
Un estado de tranquilidad y autorreflexión favorece el control de nuestra impulsividad y poder actuar de un amanera más controlada y por tanto menos agresiva.
- No es la Verdad
Hay que tener en cuenta sobre todo, que nuestra opinión o lo que vayamos a decir, por mucho que nosotros estemos convencidos y sintamos que eso es así, No es la Verdad absoluta.
Sin entrar en debates de si esta Verdad existe o no, nuestra opinión es subjetiva y por tanto basada en nuestras percepciones y experiencias, lo que contrasta con las percepciones y experiencias de otras personas, que nunca serán las mismas.
Esta disparidad exige un entendimiento y una convivencia, y nuestra “sinceridad” debemos expresarla teniendo en cuenta y respetando estas diferencias.
Carlos Postigo