Hace tres años, James Cameron revolucionó el cine con las películas en tres dimensiones. No fue realmente un avance, ni nada nuevo, pero muchos pensaron que sí, y que el cine aún tenía mucho que aprender y evolucionar. Y dicho y hecho, más directores, asociados con Cameron, empezaron a desarrollar nuevas vías para grabar películas.
En esto, apareció Peter Jackson.
Por si hay alguien que no entiende muy bien, que puede que lo haya, vamos a ver en qué consiste el cine. Cuando se graba una imagen, la cinta no registra el movimiento, sino que capta una serie de imágenes fijas, cientos o miles, cada una ligeramente distinta a la anterior. Cuando esas imágenes pasan muy rápidas, nuestro cerebro lo interpreta como una única imagen que va cambiando, lo que nos da la sensación de movimiento. Todo aquel que haya experimentado con el Stop Motion o visto cómo se hacían las películas de Disney se hará a la idea. El caso es que para conseguir un movimiento fluido, necesitamos alcanzar una imagen de 24 fotografías cada segundo. Y hasta ahora, siempre lo hemos estado viendo así. Pero si Cameron dio el salto, Jackson se preguntó: ¿Por qué no subir el número de fotogramas? Buscando así una imagen más fluida y, en teoría, más cercana a cómo vemos nosotros en realidad, lo que, de nuevo en teoría, haría que las pantallas de cine parecieran más bien ventanas a un nuevo mundo.
Jackson decidió hacer este experimento con El Hobbit, y cuando mostró escenas de la película pro primera vez, no hubo apenas comentarios acerca de lo bien o mal hecha que estaba, sino lo horroroso y molesto que resultaban los 48 fotogramas por segundo. Las malas críticas obligaron a que el estudio se replantease exhibir la cinta en ese formato, y al final, la tendremos con los 24 de siempre, salvo en un par de salas. La verdad es que yo he sido incapaz de verlo entero, porque me parece muy molesto, sobre todo cuando hay multitud de objetos en la pantalla o algo pasa muy cerca de la cámara. El movimiento parece más fluido, pero tienes que forzar los ojos para seguirlo en ocasiones. Tal vez es que no estamos acostumbrados a ello, de la misma forma que cuando se estrenaron las primeras películas habladas, a la gente le costaba seguirlas, o tal vez sea molesto y punto. Lo que sí es cierto, es que Cameron estaba esperando ver cómo reaccionaba el público para lanzarse a rodar Avatar 2 y 3 a una velocidad de sesenta fotogramas por segundo.
Más abajo os dejo una conversión realizada por un chico y que se acerca bastante a los 48 fotogramas. Pulsad sobre la imagen que hay más abajo para verlo.