En el inicio del mes de noviembre, se celebra el día de Todos los Santos, una tradición que rinde recuerdo a los seres queridos fallecidos. La experiencia por la muerte de un ser querido es una vivencia íntima, es decir, no existen dos duelos iguales. Sin embargo, lo que sí me gustaría matizar es que, en ocasiones, cuando se habla de este tema, se habla del duelo solo como si fuese una experiencia a superar y se pierde de vista el valor del propio presente.
Es decir, incluso cuando nos sentimos tristes, experimentamos momentos de alegría (aunque sea moderada o relativa). En un proceso de duelo, se experimenta la alegría por ejemplo, el apoyo incondicional de un amigo verdadero y su compañía resulta reconfortante. Por tanto, no se trata de querer acelerar el tiempo sino de vivirlo.
La tristeza marca un ritmo diferente al de la alegría, y sin embargo, tristeza y alegría también pueden mezclarse en el proceso de duelo. Así ocurre, por ejemplo, cuando más allá de la tristeza que siente un hijo por la muerte de su padre experimenta la paz interior de haberle cuidado y atendido hasta el último momento.
Vivimos en una sociedad que destierra la tristeza como consecuencia de la filosofía del disfrute y la alegría constante (lo cual es imposible). Un gesto de salud emocional ante la muerte de un ser querido es querer vivir esa tristeza de un modo natural en la intimidad. Es decir, lo que no resulta saludable es querer tapar o reprimir el dolor. Es positivo exteriorizarlo al poder hablar de uno mismo con personas cercanas. También es importante encontrar en el trabajo una ocupación saludable para tener distracciones. Y también es sano que haya otros momentos de recuerdo en los que poder llorar.
El proceso de duelo es un aprendizaje para quien lo vive. Poner en orden las fotografías familiares puede ser una terapia saludable que nos permite, en este tipo de situaciones, darnos cuenta de que más allá de la muerte de esa persona, los recuerdos siguen vivos. Y es positivo aprender a disfrutarlos. Llorar de emoción al ver la fotografía de un ser querido fallecido es una manifestación del propio amor.
Y ese amor es un tesoro de felicidad incalculable que te permite volver a dar vida emocional a las personas que quieres cuando compartes con tus amigos anécdotas del pasado o revives en tu recuerdo hechos que ocurrieron y que, en cierta forma, vuelven al presente en tu corazón.
Hacer un proceso de coaching para potenciar la introspección en un proceso de duelo también puede ser una decisión de inteligencia emocional. Este proceso de coaching puede ayudarte a marcar nuevos objetivos de vida.
Para vivir el duelo es muy importante alimentar la esperanza como un sentimiento que nos conecta con el futuro y nos ayuda a pasar página respecto del pasado. No se trata de olvidar lo vivido sino de no quedarnos estancados en los recuerdos para crear nuevos momentos.
Maite Nicuesa para 3Contigo Coaching.
Coaching personal, profesional y para la salud en Madrid y Figueras