Ahí estaba
él, atravesando la puerta del baño, su torso al descubierto y apenas una toalla
enrollada en su parte inferior,
cubriendo su sexo. Mientras atravesaba la habitación, fingí observar la
televisión. Para matar el tiempo, era un clásico poner el canal de música.
Estaba recostada en una falsa cama de dos plazas, ni bien habíamos entrado a la
habitación, protesté porque eran tres camas de una plaza y no había una sola de
dos. Así que nos encargamos de arrimarla para que pase desapercibida. Mientras
esperaba que se termine de duchar, mis pensamientos fueron nulos, solo deseaba
que terminemos con todo este circo que habíamos montado media hora atrás,
cuando se hizo presente en la puerta donde lo estaba esperando. Necesitaba
sentir el calor de su cuerpo. Lo observe con disimulo y sonreí. Era inevitable
la atracción y la tensión de ese momento, pero lo devoraba lentamente. Sin
mucho preámbulo, se tiro en la cama para acercarse a mí. Mi cuerpo se volvió tenso
y mis piernas empezaron a sentir calor. Se acercó para besarme, le devolví mi
mejilla, insistió una vez más, pero ya estaba perdida. Sus labios se apoderaron
de los míos, y en esa bocanada se fue toda la furia que guarde por varios
meses, su lengua desesperada buscaba saciar la sed que traía hace tiempo, sus
manos furiosas apretaban mis senos que ya estaban a punto. Mis piernas se debilitaron
y se abrieron para poder sentir de cerca su cuerpo, su sexo. Nos habíamos transformado
en animales salvajes, era la única manera que teníamos para deshacernos de
tanta distancia, de tanto tiempo perdido. Su mano no tardo en bajar, rozando la
tela húmeda que ocultaba el diamante preciado. El ritmo aumentaba cada vez un
poco más. Con mis manos desate la toalla que todavía cubría su sexo y ese
momento fue la gloria. Presionaba contra mí, conteniendo el deseo. Cada
movimiento se volvía intenso, un mar infinito se apodero de aquella cuenca, sus
dedos se mojaron en ella. Sabe el punto justo donde hay que tocar, sabe cómo
hacer para que llegue una y otra vez a ese éxtasis que provoca sin parar. Me
dejo llevar por ese instante, me acelero una y otra vez, llego al punto máximo y
caigo rendida, no me deja respirar, que me llega otra descarga intensa y así podríamos
estar todo el tiempo. Disfruta de aquello, le gusta saber que puedo acabar
infinitas veces sin necesidad de parar. Le gusta observar como mi cuerpo se
dobla, tensa, relaja y vuelve a empezar.
Yo disfruto de ese momento, su forma
es como si practicara un exorcismo con mi ser y me siento por primera vez en
mucho tiempo completa, es un instante de felicidad que no quiero que termine,
pero es inevitable, necesitamos para con esto porque tenemos un
compromiso y si seguimos fallaría a mi palabra. Terminamos desplomados, las sabanas revueltas
y la hora que nos corre a nosotros. Como si nada, como si todo, me fui a duchar
para que podamos asistir al evento que teníamos planeado. Ese intenso
reencuentro suelo anhelarlo por las noches, cuando mi cabeza se hunde en la
almohada y no logro conciliar el sueño. Como un film lo reproduzco cada noche, buscando
en ese recuerdo, algo que mantenga encendido el deseo interno, ese que por algún
motivo se apagó ese mismo día en que nos volvimos a ver.
Cancioó: Como tú
Artista: León Larregui