“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”. Albert Einstein
El siglo XXI nos ha traído grandes avances en la tecnología de la información y de la comunicación que, entre otros grandes beneficios, ha hecho que las distancias geográficas se acorten y que los seres humanos se acerquen más. Pero es curioso como todo esto también es contradictorio, pues desafortunadamente su mal uso nos está alejando, volviendo individualistas, egoístas, indiferentes…
En nuestro entorno, diariamente, vemos que es una realidad indiscutible que los ordenadores, Internet y los smartphones han absorbido nuestras vidas. Desde que el uso del whatsapp u otras aplicaciones de mensajería móvil gratuita se han extendido como una mancha de aceite, no se ve más que a personas deambulando por las calles como zombis.
Por otra parte, en los trabajos apenas hablamos con los compañeros. Cada vez es más usual tratar todos los asuntos mediante el correo electrónico. Entre otras cosas, hay una obsesión por dejar constancia de todo por escrito, haciendo referencia siempre a la famosa frase de “Las palabras se las lleva el viento”. Evidentemente hay asuntos que requieren hacerlo así, pero hay otros ejemplos que hacen que pongamos el grito en el cielo. ¿Dónde están las reuniones de trabajo, el intercambio de ideas y puntos de vista de unos y otros? Ahora todo es: Envíame un correo con lo que quieres que yo te contesto.
Pues bien, esta tecnología nos está sobrepasando, especialmente en el campo de las relaciones personales. Nos pasamos el día delante del ordenador y, por si fuera poco, salimos del trabajo y cogemos el móvil en la mano, como si fuera una extensión más de nuestro cuerpo.
Todo esto se ha convertido en una moda que mientras la persona habla, los demás estén con el móvil en la mano sin mirarse a la cara.
No se trata de estar en contra de la modernización de las comunicaciones, pero sí creo que debemos respetar las buenas costumbres y el buen trato con las personas, debemos dejar a un lado los teléfonos móviles o los ordenadores mientras asistimos a reuniones de cualquier índole.
El mayor genio de la física que nos ha dado el siglo XX acertó en su predicción y ahora estamos sufriendo las consecuencias de aquella profecía y, lo que es peor, avanzamos hacia el precipicio de forma incontrolada. Sálvese quien pueda.