Puesto porJCP on Feb 22, 2013 in Autores
Benjamin Libet fue un neurólogo americano que es considerado hoy como un pionero en la exploración de la conciencia. Se trata de una de las personas más citadas por los investigadores interesados en la cuestión del libre albedrío y de la relación tiempo-conciencia. Su célebre experimento (más abajo recordado) venia a demostrar que cuando tomamos una decisión consciente en realidad ya se hallaba en proceso la decisión predeterminada inconsciente de llevarla a cabo.
El experimento de Libet constituyó para su autor un verdadero quebradero de cabeza puesto que Libet era al parecer una persona muy religiosa y lo que su experimento venia a demostrar es que el libre albedrio no existe. Que no somos libres sino que estamos determinados, por nuestros pensamientos, creencias, memoria, y experiencias previas.
Pero que no cunda el pánico.
El experimento de Libet.-
Consistió en pedirle a los sujetos que doblasen varias veces un dedo, o la muñeca de la mano derecha, pero a intervalos irregulares, de manera espontánea. Al mismo tiempo deberían fijarse en una pantalla en la que aparecía un reloj digital, para recordar el instante en que se les pasaba el impulso por la cabeza. Durante el proceso se tomaba la gráfica de las corrientes cerebrales y el resultado fue que la chispa consciente se producía, en promedio, entre 0,3 y 0,4 segundos DESPUÉS de la aparición del potencial de alerta. Cuando los sujetos empezaban a acariciar la idea de doblar el dedo, la acción ya estaba decidida en realidad.
En realidad Libet no hizo sino repetir con medidas extraídas de electrodos implantados en la corteza somatosensorial el mismo experimento de Kornhuber llevó a cabo en los años 70 a través de medidas realizadas con EEG. Trataron de cronometrar los tiempos de una actividad cerebral motora comparándola con la medida voluntaria derivada de mover el dedo índice de una mano al azar.
Lo que encontraron fue que existía un retardo significativo entre el potencial eléctrico registrado en el EEG -en la corteza cerebral- y el movimiento real del dedo y que era de, aproximadamente, un segundo o segundo y medio.
¿Significa esto que la voluntad consciente necesita de ese segundo o segundo y medio para actuar?
Lo que concluyeron sus autores es que la decisión de mover el dedo era una pura ilusión porque -en cierto sentido- estaba ya programada de antemano en la actividad inconsciente del cerebro.
El debate sobre la libertad.-
Desde entonces el debate entre deterministas y libertarianos no ha hecho más que acentuarse, aunque es cierto que este debate acerca de la libertad del hombre para elegir es tan antiguo como la filosofia. En la actualidad puede decirse que la mayor parte de filósofos de la mente y neurocientíficos se encuentran divididos entre los compatibilistas (los que creen que el determinismo es compatible con el albedrío), los incompatibilistas que creen que no somos en absoluto libres para decidir puesto que es nuestro cerebro inconsciente quien lo hace por nosotros y por ultimo aquellos que piensan que nuestro cerebro no es una máquina determinista en absoluto como Roger Penrose.
Entre los que creen en el libre albedrio cabe citar a a John Searle y entre los descreídos a Marvin Minsky.
Minsky ha llegado a manifestar la idea de que el cerebro está determinado, que el experimento de Libet demuestra que no existe libertad en nuestra toma de decisiones y que eso nos lleva hacia la idea de que nuestros actos están determinados y no somos por tanto responsables de ellos. Añade, sin embargo, que todo nuestro tejido social está organizado de tal manera que no podemos prescindir de esta idea de responsabilidad individual sin atentar contra los cimientos mismos de nuestra organización social, de modo que -propone cínicamente- es mejor mantener la idea del libre albedrio a pesar de que es falsa.
Lo cierto es que Daniel Dennet no está en absoluto de acuerdo con esta idea y sigue manteniendo la idea -compatibilista- de que la determinación no es incompatible con el libre albedrío. Una idea que puede perseguirse hasta llegar a David Hume.
Muchos han advertido el conflicto aparente entre el libre albedrío y el determinismo. Si las acciones que se realizan estaban predeterminadas desde hace miles de millones de años, entonces ¿cómo es que podemos decidir? Pero Hume advirtió otro conflicto, al ver el problema desde la perspectiva contraria: el libre albedrío es incompatible con el indeterminismo. Si las acciones realizadas no están determinadas por acontecimientos anteriores entonces las acciones son completamente aleatorias. Además, y de más importancia para la filosofía humana, no están determinadas por el carácter o la personalidad –los deseos, las preferencias, los valores, etc.–; pero, ¿cómo podría ser alguien responsable de una acción que no es consecuencia de su carácter, sino que ocurre de forma aleatoria? El libre albedrío parece necesitar del determinismo, porque de lo contrario el agente y la acción no estarían conectados. Así que, mientras que el libre albedrío parece contradecir al determinismo, al mismo tiempo necesita del determinismo. La concepción de Hume de la conducta humana tiene causas, y por lo tanto al hacer a las personas responsables por sus acciones se debería intentar recompensarlas o castigarlas de tal forma que intentaran hacer lo que es moralmente deseable e intentaran evitar hacer lo que es moralmente indeseable (tomado de la wiki)
¿Cómo podríamos pues -de una forma comprensible- compatibilizar el libre albedrio con el determinismo cerebral?
En primer lugar tenemos que modificar nuestra idea de libertad que lleva aparejada una contraportada, la responsabilidad. Lo curioso es que mientras que la libertad es sólo una idea, una abstracción, la responsabilidad es algo muy concreto y que atañe al individuo. Libertad no es “hacer cada cual lo que le venga en gana” sino la capacidad de construir sentido tal y como propone Baumeister. A pesar de la determinación no existe predecibilidad, es por eso que somos libres. Pues libertad es en cualquier caso impredictibilidad, cualquier cosa es posible hacer con el sentido, dentro, claro está de cierto grado de libertad, pues nuestro cerebro no trabaja en condiciones de extrema incertidumbre ni de total determinación, es por eso que solemos decir que la causalidad lineal no sirve demasiado para explicar los sucesos cerebrales.
Somos libres, porque somos impredecibles porque estamos determinados.
El resto es necesidad, no libertad, por ejemplo hemos de dormir, comer o beber necesariamente de lo contrario moriremos pero Baumeister confunda la libertad con la necesidad. Esas cuestiones de supervivencia no tienen nada que ver con la libertad, puedo ejercer sobre ellas un cierto autocontrol pero al final hemos de dormir, comer o beber. En ese sentido diríamos que estamos determinados, pero una vez hemos cumplido con esa cuota de determinación podemos volver a ser libres y a elegir (dentro de un cierto rango de incertidumbre), no es posible aspirar a una libertad más abstracta sin condiciones, no existe una libertad descotextualizada o a secas puesto que el libre albedrio evolucionó para seleccionar conductas eficientes cuando entraban en conflicto con otras circunstancias.
Es por eso que a veces -paradójicamente- renunciar a la libertad nos hace libres como dice José Luis Sampedro.
De manera que no debemos fiarlo todo a la libertad y mucho menos al albedrío. Son palabras que funden mal cuando viajan juntas precisamente porque nuestro concepto de libertad ha sido modificado y ya no podemos negar tampoco que ciertos gustos y actitudes tienen preferencia de paso en nuestra paleta de posibilidades.
Traver Torras