Pero esto no es lo normal. La competencia lectora de los alumnos españoles está algo más alta que la media europea, pero por debajo de los países más desarrollados, de acuerdo con el informe PISA, correspondiente al año 2105:
Cada tres años, la OCDE publica los resultados de su famosa encuesta, que pretende evaluar la eficiencia de los sistemas educativos de cada uno de los 35 países miembros, más otros 37 invitados. El último es este de 2015 y ha creado un pequeño revuelo en España, empeñada como está en introducir una reforma educativa, tras la aprobación de la controvertida LOMCE (Ley orgánica para la promoción de la reforma educativa), que no agrada ni a tirios ni a troyanos.
Algunos gobiernos han cuestionado la validez de las conclusiones de este informe PISA, sobre todo los que han salido malparados, como es el caso de Andalucía, penúltima en el ranking de autonomías con 479 puntos, tan sólo por delante de Extremadura. Seguro que el procedimiento es mejorable, pero es también seguro que su fiabilidad es alta y sirve para situar a cada uno en el lugar que le corresponde.
El País Vasco recibió también un fuerte mazazo, ya que las puntuaciones obtenidas han sufrido una notable caída respecto a 2012 y se sitúan por debajo de la media española, lo que produce una nueva sorpresa, ya que es la Comunidad que más recursos económicos dedica a la educación:
Pero no todo son malas noticias. Afortunadamente, las conclusiones del informe han servido para “despertar” la conciencia de la élite política, ante una muestra tan evidente de su incompetencia, y casi todos los gobiernos autonómicos han adoptado planes específicos para mejorar la competencia lectora de los alumnos desde la educación primaria, la mejor manera de remediar esa atonía lectora que otros indicadores ya habían puesto antes de manifiesto. En este artículo de hoy, vamos a analizar el caso del País Vasco, como una muestra de lo que está ocurriendo con mayor o menor fortuna a nivel nacional.
El curso escolar se abrió en octubre con tres novedades: una, la incertidumbre que provoca la adaptación de la LOMCE, recurrida por varias autonomías, entre ellas la vasca; dos, la aplicación de un plan contra el acoso escolar; tres, la puesta en marcha de un Plan de Lectura para mejorar la comprensión de los estudiantes, redactado con el asesoramiento de la Fundación Germán Sánchez Rupérez ―que también asesoró en los planes de lectura de Castilla y León, Extremadura y Castilla-La Mancha entre otras― basado en dos premisas:
- Entender la lectura como herramienta fundamental para desenvolverse en la sociedad de la información e instrumento para ejercitar la inteligencia, convertirla en innovación y traducirla en riqueza y progreso.
- Desligar la idea de la lectura únicamente como actividad de ocio, de manera que se convierta en una herramienta para aprender.
¿Hay motivos para ser optimistas? Sin duda, ya que el enfoque parece correcto, pero habrá que esperar. El peligro está en diseñar un proyecto que solo persiga preparar a los alumnos para mejorar la puntuación en el próximo examen de PISA, en lugar de crear unos hábitos estables de lectura como medio para enriquecer la salud intelectual del ciudadano y construir así una sociedad más preparada para comprender la complejidad del mundo en que vivimos: “Leer es mucho más que descifrar: leer es observar, analizar, comprender, valorar, asimilar y compartir. Leer tiene que ver con la palabra, con el texto, de manera indisociable, pero también con cualquier otra de las manifestaciones artísticas y humanas de nuestra civilización” (extraído literalmente del informe “Estrategia e ideas del Plan de Lectura del País Vasco”, noviembre 2011).