Otro año más nos hemos plantado en el Penshow. En esta ocasión, el evento ha tenido lugar en el Hotel Miguel Ángel de Madrid. He agarrado la Iron y me he pegado un bonito viaje autoviado hasta el Foro. Nos hemos reunido una panda de ellos y nos hemos metido a disfrutar de tan singular acontecimiento.
Escribir con un bolígrafo es lo más habitual. Te compras un bolígrafo utilitario, se gasta, lo tiras y compras otro bolígrafo. Y así. O te compras -o te regalan- un bolígrafo menos habitual y, cuando se gasta, reemplazas la mina por una nueva. Un bolígrafo no necesita mantenimiento ni una limpieza especial. No suele hacer falta ningún cuidado adicional y si no escribe a la primera, haces así y ya está. Los bolígrafos son un buen invento porque facilitan la vida a tantas personas que necesitan poner por escrito su trabajo, su marca personal, sus primeras letras o sus últimas letras. Gracias a los bolígrafos podemos escribir de manera indeleble en cualquier momento.
Escribir con estilográfica es otra cosa. Una estilográfica es un aparato del pasado que se renueva cada vez y que implica más cosas que las necesarias que las que se necesitan para usar un bolígrafo. La estilográfica se recarga con frecuencia. No puede durar mucho porque los cartuchos, convertidores, o cualquier otro sistema que almacene la tinta líquida, no tienen tanta durabilidad como la mina de cualquier bolígrafo. Hay que mantener la estilográfica, hay que mantenerla y, si queremos que envejezca bien, hay que llevarla donde haya un experto que la ponga de largo.
El genio industrial y el genio creador se dan la mano a veces. Para hacer un bolígrafo simple, con el genio industrial suele bastar, pero para diseñar una estilográfica hace falta algo más que eso. Hace falta ese corazón que tantas veces echamos en falta en los automatismos, mecanismos y cualquier otra cosa que acabe en ismos. Escribir con un bolígrafo o escribir con una pluma estilográfica. Conducir un coche o conducir una moto. Porque no es lo mismo.
Conducir un coche es acceder a tu posesión móvil. Vas rodeado de ti por todas partes y te acompañas a ti mismo a donde necesites trasladarte. Conducir una moto es otra cosa. La moto requiere mantenimiento, menudeo, limpieza, cuidados. El genio industrial, el ingeniero, sabe muy bien cómo hacer las cosas, cómo hacer los bolígrafos y los coches, pero el genio creador es quien va más allá de una simple idea, de un mecanismo, de un automatismo, y no es que imprima un carácter en lo que hace, sino que lo que hace lo hace desde un carácter propio o apropiado que dota de un valor superior aquello que hace.
Genio e ingenio, plumas o bolígrafos, motos o coches. Dos paradigmas desde los que entender la vida que nos ha tocado. Lo útil y lo inútil. Lo que necesito y lo que no necesito. Lo común y lo extraordinario. La razón y lo romántico. Yo me posiciono junto a las estilográficas, las motos o los relojes de cuerda. Por eso, a veces digo que comprar con cabeza es tirar el dinero.
Madrid al solEstilográfica Conklin