Revista Opinión
Decía ayer Miguel Ángel Rodríguez, portavoz del gobierno de Aznar durante su primera legislatura en una conferencia en la Universidad Carlos III, que “la política no es una foto, es una idea”. Yo esta frase la matizaría en que si esta ´idea´ no se lleva a cabo, la política se queda en mera propaganda. Si una foto es mera imagen, la ´idea´ sería mera palabrería propagandística. Los programas electorales son una tempestad de palabras que, normalmente, dilapidan la política, porque sus ideas suelen desaparecer mágicamente tras las elecciones. Y por este motivo es, en parte, de donde viene el desencanto general hacia una política desprestigiada e hipócrita. Por ello, la política ha dejado de ser considerada como un arte noble de pensamiento. Las otras grandes razones de indignación son la corrupción, la confrontación y la crispación política como método de captar votos en vez de aportar soluciones.Sin embargo, para defender los sistemas democráticos occidentales tenemos que proteger la auténtica política, aquellas ideas producto de una profunda reflexión que analiza los contextos y causas para ofrecer soluciones razonables, aclarando los métodos para su cumplimiento y realización. Para que la calle vea y sienta esas ´ideas´. Parafraseando a Steve Jobs cuando se refería al iPhone: “Su vida pasará por aquí”.En otro orden de cosas, la era de la información ha acelerado todos los procesos comunicativos. Las redes sociales, especialmente Twitter ha acelerado los procesos de mini-debate 3.0 entre políticos, simpatizantes e internautas al por mayor. Una tecnología amable que permite estar en cualquier sitio y ampliar el espectro del mensaje, reducido a su mínima expresión: 140 caracteres. Pero si me apuran, son menos de 140 caracteres porque se debe dejar espacio para que se pueda retuitear el mensaje. Tan simple y a la vez tan complejo esto de la sociedad de la información.