La mayoría de la gente opina que el mundo de las redes sociales es un tanto frívolo. Que se basa en compartir los viajes, la comida y los momentos buenos de la vida. Que incluso, pueden llegar a promover valores nocivos como la envidia, cuando ves lo bien que se lo ha pasado el vecino estando de vacaciones.
Sin embargo, con conciencia y con la intención correcta, podemos utilizar las redes sociales como herramientas para nuestro crecimiento espiritual. Instagram, en concreto, puede ser una perfecta aliada.
Voy a ponerte mi ejemplo
Yo siempre había sido más de Twitter que de Instagram. De hecho, Twitter me había resultado muy útil para difundir el contenido que creaba en Internet. Llevo creando contenido casi diez años en blogs (¡10 años!) y hasta este 2017, no había descubierto el poder de Instagram.
Reconozco que, al principio, me costó encontrarme. Tenía claro que quería centrar mi presencia en Instagram en algo concreto. Sabía que si quería que mi contenido interesara, tenía que focalizarme. No quería contar mi vida (en serio, no es nada interesante), no me gusta en exceso la moda ni tampoco soy una beauty addict.
Tenía claro que quería centrar mi presencia en Instagram en algo concreto. Sabía que si quería que mi contenido interesara, tenía que focalizarme.
Pero entonces, comencé con el Yoga, y con todo el Universo amplísimo que la práctica abrió ante mí. Al principio utilizaba Instagram como un medio más de información, pero después fui encontrando mi hueco, compartiendo las reflexiones y las nuevas cosas que iban llegando a mi vida como un goteo incesante. Fui creciendo poco a poco, a la vez que crecía mi yo espiritual. Un yo al que, por cierto, me había esforzado por mantener absolutamente inactivo durante años.
Analizando mi experiencia, me dio por pensar en los patrones y cosas que han que hecho que hoy Instagram sea, más que una red social en la que compartir fotos o contenido, una herramienta más en mi crecimiento espiritual. Aún me queda mucho por aprender pero hoy recopilo lo que tengo por aquí, para que tú también descubras este lado menos frívolo y más profundo de las redes sociales:
#1. Todos queremos ser vistos:
Uno de los mecanismos de supervivencia humana más básicos es la de que los demás se den cuenta de nuestra presencia. De hecho, uno de los peores castigos que se le puede hacer a alguien (y que se utilizaba en algunas civilizaciones) era hacer el vacío. Con las redes sociales puede pasar algo similar. OJO: NO SE TRATA DE BUSCAR LA APROBACIÓN DE LOS DEMÁS, ni de necesitarla. Se trata de encontrar un hueco en el que poder alzar nuestra voz, compartir lo que nos interesa y crear una comunidad, una tribu.
#2. Establece límites:
Para que Instagram pueda convertirse en una herramienta espiritual, vas a necesitar establecer límites. No tienes que dar explicaciones, no tienes que acceder a todo, no tienes que vender tu esencia por unas decenas de Likes. Disfruta de tu forma de hacer las cosas, disfruta creando tu propio contenido, pero recuerda: la vida no te va en ello.
#3. No compitas, comparte:
Nuestra sociedad nos ha educado para ocmpetir. En el colegio, queríamos ganar a todo. A la hora de optar a un trabajo, queremos tener el mejor currículum. En la pareja, siempre queremos llevar razón. Sin embargo, las redes sociales no deben basarse en eso. Los sentimientos competitivos sólo sirven para alimentar nuestras inseguridades y no deben tener cabida en una herramienta espiritual. Recuerda: no se trata de competir, sino de compartir.
#4. Piénsatelo dos veces SIEMPRE:
Hay ciertos conflictos personales, que es mejor reservarlos para nosotros. O al menos, en un primer momento. Si te sientes afligido, frustrado o enfadado y temes poder publicar algo de lo que te puedas arrepentir (hay personas explosivas, entre las que me incluyo, que muchas veces no canalizamos bien un sentimiento negativo), no lo hagas. ¿Esto quiere decir que tus redes sociales deben ser siempre alegría y buen humor? Por supuesto que no. Pero no hace falta que te expongas tanto. No es necesario ni productivo. ¿Qué puedes hacer a cambio? Escribe en un diario (¡con papel y boli, por favor!) tus sentimientos, desmorónate delante de la página, deja un pedazo de tu alma en el papel y después, conviértelo en literatura o en poesía. Ahora sí que está listo para compartir.
#5. Sé consciente de la realidad:
Recuerda que Instagram puede ser una herramienta perfecta para el descubrimiento, la inspiración y la conexión con otras personas que compartan tu misma filosofía o tus mismos valores. Puedes difundir amor, inspiración y aliento para los demás, pero lo más importante es activar tus "Likes" interiores, esos que te das a ti, sin tener que depender de los de los demás.