Leo en el Sunday Book Review del New York Times, la reseña de un libro de Roland Barthes, Mourning Diary, Diario del duelo, o de la pena. Se trata de un diario que Barthes inicia tras la muerte de su madre, y continúa durante dos años, del 27 de octubre de 1977, al 15 de septiembre de 1979. Con más de 300 entradas.
Y lo traigo aquí porque, por lo que cuenta el reseñista, aparece un Barthes distinto del agudo crítico literario estructuralista, defensor de la experimentación, del juego creativo sin restricciones, de la disolución e invención de la identidad en la escritura. Al final, sólo quedaban las estructuras, los textos; los sujetos, como también dijo el amigo Foucault, se hacen y deshacen, como un rostro dibujado en la arena de la playa que no aguantará a la próxima ola.
Bien, pues muy distinto es este Barthes. Porque en el Diario hay constantes: el dolor, la culpa, la depresión, la soledad, el intento de conseguir controlar racionalmente todo aquello... Así que a través de la constancia emerge un sujeto, una persona, finalmente, más allá (o acá) de la escritura.
Hombres y mujeres que se hacen y deshacen, unicornios, realismos mágicos, mil mentiras, fantasías, volutas de raciocinio pedaleando sobre la nada, como quería Kant. Es que "el papel lo aguanta todo", que ya decía mi abuelo, que no era crítico estructuralista. Pero en la vida tuya y la mía, la de los sufrimientos y las alegrías, todo tiene una tozudez sorprendente. Hasta hacerte caer del burro.
Emerge un Barthes, humano, en ese escenario -el de todos nosotros- donde descubrimos al otro, donde puede surgir la comprensión, la amistad.