Aunque algunos piensen lo contrario, yo no estoy en contra de la fotografía digital. Tiene sus muchas y buenas ventajas, sobre todo para aquellos que la usan como medio de vida.
Pero cuando hablamos de la fotografía como arte, es el artista el que debe seleccionar la herramienta que mejor sirva a su proceso creativo.
Si bien la cámara digital y el procesado en la computadora son herramientas totalmente válidas, yo elijo la película y la ampliadora como compañeros en mi camino de expresión.
Es mucho más trabajoso, se necesita mucho más tiempo, se sufre como un condenado encerrado todo un día en el cuarto oscuro para tratar de lograr una buena copia. Y si sale algún detalle mal, no existe botón "deshacer". No, hay que volver a empezar.
Sé que con la computadora puede ser más fácil. Al momento de la toma se puede tener una idea de cómo salió la foto. Sabiendo usar un programa de edición, se pueden lograr en un par de horas los mismos efectos que en el laboratorio llevan días. Y seguro que algunos más, demasiado complejos de hacer químicamente. Se puede probar y comparar, rápidamente y sin desperdicio de materiales, diferentes contrastes, luces, saturaciones, etc.
Pero, si bien puedo tardar una hora en decidir si copio en grado 3 o 4 (o 3 1/2, que tengo papeles multigrado, che!), la sensación de hacer las fotos con mis propias manos al interponer con ellas el haz de luz de la ampliadora al apantallar, no me la brinda ni el teclado ni el monitor. Es esa magia que te hace "ver" la foto en el papel aún en blanco, mientras recibe la luz proyectada a través del negativo y, por más que me haya pasado todo el día haciendo tiras de prueba y eligiendo el gris adecuado para cada sector de la foto, en el momento de la luz definitiva decido darle unos segundos más a esa nube que está quedando demasiado pálida. O poner la mano y tapar un poco la cara que ya recibió suficiente luz (insisto para los que no tuvieron la experiencia de copiar en el laboratorio, el papel, mientras recibe luz y hasta pasar unos segundos sumergido en el revelador, permanece totalmente blanco).
Sentir la imagen de esta forma es lo que compensa tanto sacrificio.
Pero no soy ajeno a estos tiempos y finalmente termino escaneando la obra terminada, para obtenerla en formato digital (y, por qué no, hacerle unos retoques, je, je)
Ariel Till
Un poco de mí
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