La vida, la actitud, los fines de semana, los cafés rápidos en el trabajo, los paseos por la playa al atardecer, las carreras por el parque de abajo, las cañas en el bar de la esquina. Todo y más con personalidad, por favor.
Las novias, los novios, los lugares elegidos, los complementos, los niños de los anillos, las madres de las novias y los padrinos, con personalidad por favor.
Lo tengo claro desde hace tiempo, impregnar todo lo que nos rodea de personalidad debería ser obligatorio. La personalidad le da sentido a todo, lo hace todo un poco más nuestro y y a la vez nos hace ser más nosotros.
No hablamos de personalidad arrolladora, sólo de personalidad al fin y al cabo. Personalidad. Personalidad todos y cada uno los días de nuestra vida, incluido el día de nuestra boda.
Llenemos las bodas de personalidad y salgamos huyendo de bodas de catálogo que son iguales por favor. Que se note, por activa y por pasiva, que es vuestro día y que sois vosotros. Será una boda diferente porque será la vuestra. Y que le den al mundo!
Que le den a esos que critican a los que se atreven a salirse de las cosas de bodas para incluir esas cosas de no boda, que le den a esos que dicen que una boda no fue especial porque algo no estaba a su gusto personal, que le den al que se escandalizó cuando los novios decidieron romper la pista al ritmo de AC/DC. Que le den.
Larga vida a esos novios que se atreven, a esos invitados que siguen el rollo, a esos proveedores de bodas que le dan la calidad máxima a todo lo que los novios les piden, a todos los que se quedan con la boca abierta y felices cuando descubren un evento cargado de personalidad.
Porque hacer felices a los otros empieza por ser felices nosotros primero y ser felices se consigue, la mayoría de las veces, siendo nosotros. Así que, personalidad a raudales, por favor.
La vida y las bodas, con personalidad por favor.