Qué vergüenza. Que los franceses se rían de nosotros en un guiñol es pura anécdota y deberíamos tomarlo con deportividad porque para sacarnos los colores nos bastamos nosotros. El guiñol del Tribunal Supremo ha superado con creces el esperpento con una sentencia infame y prevaricadora, la del miedo y la hipocresía. Garzón recurrirá ante el Constitucional.
Es un aviso a navegantes: que ningún juez se atreva a investigar la corrupción, ese derecho adquirido de la clase política, otro más, porque esto es lo que le pasará. Y no importa qué digan afuera ni dentro, ya nos han informado con profusión y todo lujo de detalles de la ola de frío, así que el mensaje subliminal es que nos quedemos en casa al abrigo del hogar, que no salgamos a la calle porque quedaremos fulminados por un frío de justicia, que quien se porte bien, no tiene por qué pasarle nada.
Garzón, a su llegada a las sesiones del juicio (Juanjo Martín-Efe)
No sentía esta vergüenza tan sincera ni profunda, ajena y propia, desde que vi al infesto Aznar con los pies sobre la mesa junto a otro amiguito del alma, George Bush, hablando castellano con acento tejano (o vayase a saber qué). La imagen era el esperpento de Valle Inclán que renacía, constatando que nunca había muerto. Pero aquella vez fue distinta: era el rico que invitaba al pobre a su mesa por Navidad y le mostraba como un mono de feria a sus amigos, también ricos, que miraban complacidos cómo el pelele se refocilaba en su nuevo e inesperado rol. Luego llegó la plaza en Georgetown.
Esta vez me produce bilis este Tribunal Supremo, y ver cómo se convierte en una planta que recicla la basura y llama justicia al producto final, todavía pestilente. Me da una vergüenza inmensa ser de un país donde la corrupción organizada desde todos los ámbitos de la esfera política y empresarial es impune. Y donde se criminaliza y anula a quien la persigue, borrándole del mapa sin contemplaciones. Y sin justicia. Sin un sistema justo, habrá revueltas, el fantasma de las dos Españas que hivernaba sin llegar a desaparecer nunca. El enemigo ha estado tomando posiciones y ha empezado a mover sus fichas sin previo aviso y haciendo trampas después de que abandonáramos las plazas. Jaque. Somos el hazmellorar y mi primer pensamiento fue entrar en un buscador de vuelos e irme de aquí, iniciar los trámites para un cambio de nacionalidad. Pero no, no me sirve la opción de la huida como movimiento. Debemos quedarnos y luchar. No se lo pongamos fácil, recuperemos las plazas y cojamos nuestra mejor arma: la razón frente al esperpento.