Revista Ciencia
CONCEPCIÓN Y SENSATEZ
Publicado en Levante, 15 de diciembre de 2012
Hace unos años, la sociedad americana de pediatría advirtió del posible aumento significativo de enfermedades raras entre los bebés concebidos con técnicas de reproducción asistida. Desde entonces, el debate va subiendo de tono, aunque mi previsión es que se termine dictaminando la necesidad de una regulación muy restrictiva de estas técnicas, entre otras cosas, porque de aquí a no mucho, comenzarán a llover demandas judiciales contras las clínicas de fecundación in vitro.
A lo largo de estos últimos años, la Biología evolutiva ha ido demostrando que la expresión de los diferentes genes es dependiente del estado en que se encuentran las células del embrión y su relación entre ellas, de las señales moleculares que reciben, y del medio ambiente en que se desarrolla el organismo: el cuerpo materno o el laboratorio, en el caso de la fecundación in vitro. Sabemos que el medio ambiente es importante, pues modula el genoma y regula su expresión epigenéticamente, a través del proceso mismo de desarrollo, y de forma dependiente de las condiciones del medio. Todo esto no debe ser ignorado ni, por tanto, obviado. Es más, se ha aplicado la fecundación in vitro humana sin una clarificación previa en primates, con la suficiente perspectiva en el tiempo. Y lo que aparece cada vez más en la literatura médica es que las técnicas de reproducción asistida no son indiferentes ni para el ovocito ni para el embrión, pues dificultan el desarrollo de las primeras fases del embrión en su ambiente natural, los “diálogos” moleculares “naturales” de los gametos entre sí, del embrión con la madre, etc. Por mucho que se haya perfeccionado, debido a la experiencia adquirida, el laboratorio no sustituye al entorno natural preciso, que evita la excesiva vulnerabilidad del embrión en esos estados previos.
El tema es serio, pues una mayor prevalencia de enfermedades raras y de síndromes epigenéticos, por ejemplo, cardiovasculares, con una incidencia significativa mayor que en la población natural, comporta serios inconvenientes éticos. Es posible que, con los años, nos demos cuenta de que se trata de un fenómeno que puede tener amplias repercusiones sociales, con los dramas personales y familiares de quienes hayan adquirido una enfermedad, posiblemente de por vida, precisamente por haber sido concebidos de esta manera. A mi entender, es necesario aplicar una cuidadosa praxis y un seguimiento cercano de quienes han sido así concebidos. Lo exige la misma dignidad humana.
Pedro López. BiólogoGrupo de Estudios de ActualidadBibliografía recomendada:http://www.aebioetica.org/revistas/2012/23/78/467.pdf