En el campo de la biología se utiliza el concepto dimorfismo para referirse a la condición de aquellas especies que presentan dos aspectos anatómicos o que tienen dos formas diferentes. Existen, por tanto, diferentes tipos de dimorfismo: ecológico, generacional, estacional, cerebral...
El dimorfismo sexual es el conjunto de variaciones morfológicas y fisiológicas que se da entre los machos y las hembras de una misma especie; es algo que se da en prácticamente todas las especies, si bien de diferentes maneras y en distintos grados de intensidad.
Lo que se conoce como dimorfismo sexual hace referencia, generalmente, a factores secundarios que van más allá de las diferencias genitales: estaríamos hablando aquí de la coloración del plumaje, del tamaño de los caninos, de un mayor tamaño corporal...
En este sentido, hay especies con un dimorfismo muy marcado -por ejemplo, la melena del león o la cornamenta de los ciervos- mientras que otras presentan unas mínimas diferencias muy difíciles de percibir. Estas variaciones pueden darse únicamente durante la época de reproducción de la especie: es el caso, por ejemplo, de los cambios en la coloración del plumaje de las aves migratorias.
El dimorfismo no tiene por qué ser únicamente externo: los cambios a nivel orgánico o muscular también son habituales, como sucede, por ejemplo, con la cresta sagital de perros, leones o incluso algunos homínidos que formaron parte de la evolución humana. Otro ejemplo muy claro en el caso del ser humano es la diferencia morfológica de la pelvis.
El dimorfismo sexual también tiene una gran relación con la competencia entre los machos: el macho dominante será el que consiga reproducirse con varias hembras, y no consentirá que otros machos se acerquen. Por tanto, un dimorfismo sexual bajo nos estará indicando que las peleas entre machos, ya sea por jerarquía o por las hembras, son poco habituales.
Además, esto puede tener relación en el papel que interpreta cada sexo dentro de la estructura del grupo, hecho muy marcado en los primates y los homínidos: en el caso de los gorilas, por ejemplo, el grupo estará supeditado a las órdenes del macho alfa, mucho más grande que otros machos y, por supuesto, que las hembras. Esto no sucede así en otras especies de primates con un dimorfismo sexual menos marcado, lo que nos podría hacer pensar que los roles están determinados no tanto por el sexo sino por otras estrategias con un fuerte peso a nivel cultural.